viernes, 27 de febrero de 2009

jueves, 26 de febrero de 2009

UN “IZQUIERDISTA” EN EL SUR



Me gustan las zapatillas de ciertas marcas, aunque al comprarlas jamás me fije en ellas, resulta pues una elección natural, naturalísima. Visto cualquier tipo de ropa que me compren, siempre y cuando me guste y no sea chillona, ya sean procedentes de tiendas grandes o artesanales. Soy un visitante de esos que evitan visitar, de esos que suelen aparecer tan sólo una vez por año a recorrer mercados, lo más rápido posible, casi sin existir.

Soy intolerante a los olores fuertes, al ruido que emite cualquier tipo de ómnibus, a las señoras gordas, cuarentonas y cincuentonas, que no hacen más que hablar de los “asuntos internos” de su barrio. Me irritan los nicknames en inglés que ponen en el Messenger, es más detesto que me saluden como: Hi migo. Oh, that is so cute. Y sin embargo estudio en el ICPNA, hastiado de emos y reggeatoneros, chicas guapas invisibles, chicos guapos de cerebro invisible, chicos pop e infinidades. Hago la promesa de no tener jamás de los jamases un Nextel, un Blackberry o un Iphone y me declaro feliz con mi celular barato, con mi MP4, que me defiende del ruido infernal de las emisoras radiales en algún ómnibus en mi recorrido Miraflores-Surco, Surco Miraflores. Suelo ir a cines que cuesten de doce soles para arriba, para eludir así el grito, las conversaciones durante la película, las preguntas, el juego.

Casi nunca como fuera de mi casa, y si lo hago, lo hago en determinados lugares, con determinados olores y en determinados ambientes. Nunca he estudiado en un colegio nacional, pero ahora estudio en una universidad nacional. Me falta calle me dicen por allá, que me falta esquina, supongo entonces que tengo más vereda, más rincón, más silencio. Soy un peruano que no come cebiche, ni anticucho, ni chismes, bien patriota bien ajeno, bien qué sé yo. Tengo el apodo del burgués en mi universidad, cuando en realidad pertenezco a una clase media pululante entre el estrato “D” y “C”, más “D” que “C”. Y no saben del esfuerzo que hago para poder comprarme un buen disco de Sabina, o buscar uno de Piazzolla, encender un cigarrillo de vez en cuando y según la dimensión de mi soledad.

Bebo sólo jugo de naranja en el desayuno, si voy a un café lo único que pido es un frapuccino, si me reúno con alguien es sólo por las noches, sólo con amigos y sólo entre copas. Prefiero mil veces mil, una botella de ron, whisky o tequila antes que una cerveza. La paso muy bien en cualquier banca de cualquier parque de Miraflores o Barranco, vivo exquisitamente si recorro algún bar de Pueblo Libre. Gasto pues, infinidad de dinero en felicidad bebible, audible y hasta leíble and why not? Así soy feliz. Y a todo esto, a todos estos gustos que mi padre sitúa en la clasificación de contradictorios según mis ideales ¿Me imposibilita la posición de izquierda? Hace unas semanas fui a Santa María, una playa ubicada al sur de Lima, cerca a San Bartolo, (tratando de huir de la costa verde) esplendida, gallarda hasta la indiferencia, residencial hasta lo ajeno. Basura al mínimo, belleza soleada, mar de aquellos, burguesía en paz. Infantil por el Yatch Club que nunca visitaré, con mi revista QUEHACER en la mochila y las Antimemorias de Bryce en la página doscientos cincuenta, la cerveza dorada en la mano y amigos al fondo del mar. Y por ningún momento de confort y brisa dejé mi pensamiento extraviado, porque si alguien me pregunta que si soy de izquierda, yo respondería: Si existiese la derecha, como que existe, entonces no me quedaría más que situarme en la izquierda. Y como existe la derecha, pues yo soy de izquierda.

Y en mi caso sería más difícil mi ubicación dentro de la izquierda, falta agregar que soy ácrata hasta el romanticismo, pues ni soy una izquierda venida del pueblo ni soy “rabanito” con todo el lujo y derecho del caso. Soy izquierda porque alguien tiene hambre y no tiene qué mierda comer, soy izquierda porque he tenido la educación que otros no han tenido, soy izquierda porque tengo todas las comodidades que muchos no tienen. En resumen, soy izquierda porque hace falta ser tan ciego como Jorge de Burgos para no sentir algo de miseria humana y ser un minusválido mental para decir: Tú que tanto te quejas y dices ser de izquierda, pero te vistes así, vives así, hablas así, eres así…La igualdad que se reclama, para no tener que repetirlo más veces, es la igualdad de derechos y beneficios, no la igualdad de marginalidad. Qué culpa tengo yo si prefiero a Les Luthiers que a los cómicos ambulantes, no andar insultantemente despeinado, con la ropa rota, sucio y no sufrir de hambre. Me declaro inmortalmente feliz en mis pequeños lujos y si pudiera tener más no me quejaría, aquello significaría más licor, más música, más libros, más confort. Y nada, nada me alejaría de mis convicciones extraviadas, de Vallejo, de Hesse, de Arguedas, del guardián de mi casa, de la señora que hace la limpieza, del sueño ambulatorio del cambio, del miedo a la corbata y a la indiferencia.

Salgo del mar, totalmente agotado y anciano, almuerzo en algún restaurante de la zona, y me enrumbo a Surco, llego a mi casa, me aseo y me acuesto preparado para la insolación que vendría después. Infantil nuevamente por el Yatch Club que por el momento no visitaré, me invitan a salir a comer y yo reniego porque tengo insolación y no me gusta comer afuera, y tampoco me gusta lo que voy a comer y tampoco quiero ir al día siguiente a mis clases de inglés, y porque soy de izquierda y porque me preguntan que por qué jamás de los jamases si soy de izquierda no estoy con un polo del Che Guevara, gritando en una marcha y todo alborotado. Y qué saben ellos que mi polo lo perdí hace mucho tiempo, pero que tengo al Che en el corazón.

martes, 24 de febrero de 2009

jueves, 12 de febrero de 2009

¿OTRO FRAUDE EN VILLARREAL?


Me llegó hace un poco un comunicado escandalosamente indignante del cual yo, irresponsablemente, no he publicado sino hasta ahora. Se trata de un supuesto fraude ocurrido en el proceso de Admisión 2008-II de la Fantoche Universidad Nacional Federico Villarreal. El correo electrónico que me llegó indica que en este último proceso de admisión, para la carrera de medicina, un buen número de postulantes han obtenido la misma calificación: “945.5.” De ser esto cierto, como que huele a cotidianidad gangsteril villarrealina, habría que preguntarse quién saldría beneficiado con este nuevo supuesto fraude.

Si se analiza el escenario político de la Villarreal, los únicos que, cuyo tentáculo poder, podrían realizar tamaña operación fraudulenta e idiota serían aquellos que José María Arguedas retrató en El Sexto, desnudando su bufalesca personalidad, los “amigos” del APRA. Sin embargo resulta extraña una equivocación de tamaña envergadura en un partido que se caracteriza por mover bien sus fichas, en cuanto a monopolio y ajedrez de la muerte se refiere. Quién o quiénes son los actores de esto habría que investigarse. Hay un Fouche penando por aquellas aulas, hay un Fouche con papada en el gobierno ¿Hay acaso un Fuente Ovejuna? Desfachatez cronológica que acierta La Villarreal es, lamentablemente, un cenicero de deudas académicas y morales.

viernes, 6 de febrero de 2009

SOBRE EL CURIOSO CASO DE BENJAMIN BUTTON


El curioso caso de Benjamin Button ha despertado el interés de la crítica, es el as bajo la manga de la academia, la excusa del mercado norteamericano al europeo y al resto de nosotros, que nos dice: Aquí también hacemos películas decentes. Cuenta con nada menos que trece nominaciones al Oscar, y ha ganado ya el Globo de Oro a Mejor Película y al Mejor Director. Los globos de Oro casi siempre son una antesala, una pequeña millonaria introducción a los premios Oscar. ¿Por qué ha despertado tanto interés? Quizás por el buen e interesante argumento que ésta representa, un hombre nace siendo viejo y va rejuveneciendo con el tiempo. Es quizás la vida que muchos anhelamos, huir de la ancianidad, ser los próximos Dorian Gray. En algo se parece o mucho a lo propuesto por Quino en La vida al revés: “Pienso que la forma en la que la vida fluye está mal. Debería ser al revés: Uno debería morir primero para luego salir de eso…pasas los últimos nueve meses de tu vida flotando en líquido amniótico, hasta que tu vida se apaga en un tremendo orgasmo… ¡Eso sí es vida!”

Sin duda responde a una metáfora de la vida, a una inquietud que late, ¿Nuestro reloj biológico es el correcto? ¿No es cuando tenemos una numerosa cantidad de experiencias cuando deberíamos disfrutar de la vida? ¿La adolescencia no dolería menos así? El acné, las novias, las decepciones ¿No estaríamos mejor acorazados al vivir de esa manera? La propuesta sería esa, sin embargo el final no es el esperado, no hay el aprovechamiento esperado de la ventaja involutiva del personaje que representa el últimamente interesante Brad Pitt, quien con películas como Babel, Doce Monos y El Asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford augura expectativas de un mejor futuro en la actuación. Su actuación es sobria, en lo que respecta a su adultez y a su anciana juventud pero a la vez es confusa en la identificación de la edad mental que representa en cada estado involutivo de su vida. Cate Blanchett, por su parte, se muestra en una sensualidad que agrada y seduce en cada movimiento de baile, gracias, también, al buen manejo de luces. Al final la película sufre de caídas que rodean lo cursi, lo que nos hace recordar nuevamente que es una película de las canteras de Hollywood. La aparición del colibrí que simboliza la muerte, tanto del marinero, amigo de Benjamin (Pitt) como del personaje de Cate Blanchett deja con un sabor amargo por algo que pudo tratarse con mejor estilo. En fin, esta película podría significar la revancha para su director: David Fincher, que ha sufrido la indeferencia de la academia hasta el momento. Tengamos en cuenta que la academia ha ignorado por mucho tiempo a personajes como Chaplin, Scorsese, Kubrick… No me atrevo a meter aún a este director en el mismo saco de estos personajes, es solo una forma de decir que nada está dicho en este tipo de ceremonias, donde la tensión por saber quién será el ganador puede ser peligrosa para gente de edad. Por eso es recomendable envejecer siendo joven.

miércoles, 4 de febrero de 2009

ALDO MARIÁTEGUI, UNA LAMENTABLE DESCEDENCIA


Al señor lacayo de la amnesia electoral (hoy presidencial), Aldo Mariátegui, se le suele reconocer por sus columnas impensables en la realidad social, por su servilismo confuso de época, por su cacosmia pro Alan innegable. Casi siempre evito leer sus columnas, con éxito, casi siempre triunfo en el rito de escoger textos que me auguren una buena tarde, que me salven del tedio de la música radial en los carros, del trágico color de las calles a través de una ventana en movimiento. Ando siempre en busca de una frase que sea un balazo a la monotonía, y si quiero enojarme con posturas conservadoras (no hay nada peor que un conservador, es decir ¿Hay algo en este mundo que se merezca conservar en su santa gloria? Si hubieran más Gonzales Pradas) pues como ya es harto conocido nunca es recomendable mirar hacia un solo lado de la luna, hay que confrontar, en esos casos busco algo decente, algo no tóxico, y esto no incluye al director de un diario que más parece la oficina de imagen del gobierno.


Recuerdo, de las pocas veces que he hablado sobre él con amigos, una ocasión especial en la que conversaba con la que fuera alguna vez mi irrepetible hermosa enamorada, sobre la ascendencia de este sujeto ¿Es cierto que es nieto de José Carlos Mariátegui? Nos preguntábamos en aquella ocasión, camino a la casa museo del Amauta. Yo había escuchado que sí y defendía esa posición contrario a lo que opinaba mi ex, quien argumentaba que el mismo Aldo afirmaba y negaba seguidamente tal herencia intelectual. Meses más tarde, ya con más información, pero también sin enamorada (lamentablemente) leo una columna de César Hildebrandt, titulada: El idiota de la familia. Ahí Hildebrandt hace una irónica relación con respecto al título de la biografía de Flaubert escrita por Sartre que consta de unas 4,000 páginas. La diferencia radica en algo similar a lo Benjamín Button de Pitt, mientras que Flaubert nació idiota y se hizo genio, Aldo nació “genio” y se hizo idiota, o sea al revés.


García en Asia se tituló la columna de este señor, publicada el 2 de Febrero. Agradece, se genuflexa, y aplaude teatralmente como el oso de Moris, que en esta ocasión sí se dejó domar. Aldo festeja la realización del APEC, realizada el año pasado, que califica de satisfactoria. Se jacta de haber sido uno de los países que estuvo dentro de este foro y del cual fue organizador, “tras un evento satisfactorio que disipó las dudas de todos aquellos dentro de este grupo que alegaban que, salvo México, el resto de latinoamericanos no teníamos nada que hacer allí”.


Para él todo fue un éxito, claro, se comprobó el grado de políglota que ostenta el señor García, se paralizó el tránsito, que necesitaba un cambio eso sí, pero no una cirugía demagógica que aparente que tenemos unas grandes vías de tránsito y que se realizó en un desorden dadaísta irritante, siendo yo un degustador del dadaísmo. Vinieron y se fueron, escucharon todos los asistentes que no había crisis mundial, no, no, es un problema de riquezas decía el señor García. Pues bueno, ahora el señor García se va a Corea del Sur y a Japón, lo que para Aldito es todo un logro, pues eso indica más TLC para el Perú.


Pareciera que lo único que aprendió en economía fue acerca de tratados de libre comercio ¡Chico, está bien, pero no es lo único! Tener relaciones abiertas de negocio hacia otros países, tener arancel cero no es un sinónimo de entreguismo y papito lindo United States, la columna termina con estas increíbles pero ciertas líneas: “La Bachelet ya está de salida y los sureños no enfrentan el dramático peligro de un triunfo de un candidato chavistoide como aquí, así que Torre Tagle debería ya estudiar cómo lograr que el Perú sea el niño mimado de Obama en la zona y no que Chile nos gane la mano otra vez”. Aldo está, no en una carrera armamentista, no en una pacifista, está en una carrera: Amigo de Obama. Anhela afiebradamente la protección de la gangsteril primera potencia del mundo, que sufre su economía. Amamanta la posibilidad de ser su más fiel lacayo, está haciendo lo que se pensaba imposible, que el apellido Mariátegui se deteste. Yo no logro entender cómo se puede querer buscar la protección militar en un país que ha matado a tantas personas con su poderío militar. Es llamar al mejor asesino para que nos cuide, sería esa su lógica, pero los asesinos no son de fiar Aldito.