jueves, 31 de diciembre de 2015

LA ABUELA NORMA EN LUZ ROJA



Quien escribe esto no había oído antes el nombre de la abuela Norma o Abuela Norma, ya que ha sido rebautizada por las redes sociales ya no sólo como Norma, sino con el agregado temporal, cronométrico, de “Abuela”.
Es un éxito en las redes sociales, me aseguró Paulo en Luz Roja. Había llegado a las ocho y media, solo y con ganas de beber, como suele suceder los miércoles cuando hay ganas de beber, así como los lunes, martes o jueves, hasta que llegue el fin de semana. En realidad no tenía pensado salir hasta que me llamó una amiga que al final no pudo ir, pero las ganas ya estaban plantadas, irrefrenables, eran las siete de la noche y la noche propone, inquieta. Decidí salir entonces por mi cuenta y que se sumara quien quisiera, estaba dispuesto.
La noche propuso, sin embargo, que no encontrara a nadie durante tres horas al menos, consumiendo mis botellas, mirando las tetas de la Joplin en la pared y buscando alguna posibilidad de encontrar a una chica que me devuelva la escritura y me rescate de la cierta paz inmunda que se ha instalado en mí. Las horas pasan y decido dejar de ser una unidad al lado de la mesa. Voy directo a la barra y pido más cervezas, me percato que es la primera vez que tomo en la barra principal de Luz Roja, yo voy siempre a la mesa o a la barra de al fondo, donde no atiende nadie y es, por lo tanto, un soportacodos bien cómodo. Entre vaso y vaso me brota el parlanchín, me siento más alegre y es que la Rose ha llamado a mi rescate, ya viene, ya no beberé sólo y entre sonrisas y vasos Paulo me cuenta la novedad.
-          Va a venir la Abuela Norma ¿La conoces no?
-          No ¿Quién es?
Nunca había escuchado sobre ella, será que pertenezco ya a una generación en los extramuros de las tendencias de las redes sociales en internet, que uso youtube para ver programas noventeros o algún documental.
-          Pues va a venir a Luz Roja, a ver si le haces una nota.
A mí me gusta escribir sobre Luz Roja, me gusta saber que le escribo a un bar como a una mujer y acepto la propuesta de escribir sobre esa insigne y desconocida abuela, al menos para mí. El encuentro sería en la semana siguiente y mientras tanto ya estaba llegando Rose para resemantizarme y ya no ser una unidad.
La Abuela Norma es un éxito en youtube y en Facebook, parece una abuelita sacada de un programa de televisión cómico, para ser exactos y precisos, como de un programa familiar noventero, de esos que aún mantenían el formato de comedia situado en una familia. También tiene algo de la mamá de Carlos Alcántara en Asu Mare, pero esta es real. Inverosímil, pero real. Sus videos son cortos y se tratan de opiniones de la Abuela sobre cualquier hecho o situación cotidiana que ella se encarga de particularizar muy a su estilo. Son videos caseros que parecieran ser actuados, pero todo es real, espontáneo. Un día a alguien se le ocurrió grabarla con su celular y subir ese video a Facebook, lo demás es esto: estrella de las redes y abuela de todos.
La han entrevistado, claro, en programas de farándula como los que conduce Aldo Miyashiro y otros similares. Entonces me pregunto qué coño voy a hacer o escribir yo que ando perfilando mi proyecto de tesis de maestría sobre la violencia de Sendero Luminoso vista desde la literatura peruana. ¿Cómo conciliar aquello con la Abuela Norma sin que me salga un mamotreto con tufo intelectual impostado?
La semana pasó sin que mis referencias vayan más allá de unos cuantos videos, había tomado la decisión de no investigarla mucho, tampoco había cómo, pues opté que el contacto fuera más natural, como de alguien que se encuentra naturalmente y por primera vez con alguien como la Abuela Norma.
Son las nueve de la noche y mientras voy esperando me pido una cerveza que va por cuenta de la casa. La gente ingresa en grupos, van pidiendo cervezas de cuatro en cuatro y el cigarro es colectivo y de menta. ¿A qué hora llegará?

- ¿Cómo así es que va a venir la Abuela Norma?
- Su nieta es clienta de acá, siempre viene.

De una camioneta cuyo color no recuerdo baja la Abuela Norma ayudada por su nieta y en andador. Me acerco a saludarla, Paulo le da la bienvenida y la observo, también me recuerda a la mamá de Sylvester Stallone en Para o mamá dispara, y a Doña Olga de Mil oficios, pero sin chisme y sin bilis en los ruleros, aunque la Abuela Norma no usa ruleros, al menos no esa noche. Su llegada ha sido una sorpresa, tanto para los clientes de Luz Roja como para ella misma.

-          Yo salía para el dentista y ahora estoy aquí.

Todo ha sido a último momento, así lo ha querido la nieta quien se acaba de ir con sus amigos al otro lado del bar, mi favorito, donde hay más mesas y el espacio es más amplio. A nosotros nos han dejado en la mesa que da a la puerta, como para que la Abuela no se sienta sofocada y esté más cerca al auto cuando tenga que irse.
Ha vivido casi toda su vida en el Callao, recién hace poco se ha mudado a San Miguel con su hijo y su familia. Aún no se acostumbra y es que no es lo mismo, los amigos el barrio, “yo salía a bailar bastante cuando era joven, así conocí a mi esposo”. Se le ve frágil, creo que se aburre un poco, me cuesta sacarle información y la música no ayuda, los parlantes son potentes y la audición de la Abuela Norma ya no lo es tanto. Quiero saber de ella, quién es el personaje detrás de los videos, cómo empezó todo, ¿Será consciente de que es vista y seguida por una numerosa cantidad de jóvenes? ¿Qué pensaría si le dijera que mi abuela es su fan, me enteraría luego, y que se emocionó más que la vez que conocí a Vargas Llosa apenas se enteró de que conversé con ella para hacerle una nota?
Está al tanto, aunque al mismo tiempo siento que es una conciencia parcial, incompleta, como quien sabe que existe el mar, lo cree y de pronto se encuentra por primera vez con su infinitud. Su nieta fue la que grabó el primer video y fue a ella quien se le ocurrió crear su página propia en Facebook. Ella aún no regresa de la otra zona del bar y la abuela recuerda sus paseos por el malecón del Callao, los bailes los fines de semana y las matinés.
Me dice que le gusta el bar, es bonito me dice y se sujeta bien los anteojos. “A mi hermana no le gusta esto de los videos”. Le parece indecoroso que salga así, que la muestren así. Siempre hay hermanos opuestos entre sí, complementariamente opuestos, sincronizadamente antónimos.  Pero a la Abuela Norma no pareciera importarle mucho la desaprobación de la hermana, es muy seria me dice. Exagera y estoy de acuerdo. De pronto la veo bostezar, que ya es tarde y en su casa ya deben estar preguntando por ella. La nieta vuelve con Paulo y una torta entre manos, ya no hubo tiempo para que conociera Taberna Roja, que es el otro bar de los dueños. Se encienden las velas y se acercan las personas para tomarse las fotos que subirán a Facebook en unos minutos. La Abuela Norma volverá a casa, lejos del Callao, siendo la primera abuela en visitar Luz Roja y preparada para ver una novela turca. Semanas después volverá a ser entrevistada en otro programa farandulero que tampoco veré, se volverá más conocida, mi hermana me preguntará cómo es que salgo en una foto con la Abuela Norma, pues una amiga suya me ha reconocido en las fotos subidas a su página.

-          Pues la conocí en Luz Roja, hoy es martes, vamos.








jueves, 24 de diciembre de 2015

LAS “CARIDADES” NAVIDEÑAS

M. Carrasco


Las tentaciones del vómito, las provocaciones de la hediondez me suelen perseguir con facilidad. Aún no me ha domesticado del todo la cacosmia, la navidad ya no representa en mí su mayoría de nihilismo snob o su tristeza auroral de juventud. Se mantiene en grados respetables su soledad, su finura gris, pero hasta eso tiene tiempo, luego viene el abrazo y las horrísonas copas que beberé hasta que el sueño irrumpa como un golpe de estado entre mis párpados.

Lo que no me ha abandonado, como la locura al personaje de Cortázar en El Perseguidor, es el desprecio superlativo hacia las bondades navideñas, no hay nada que me parezca más fétido que los sentimientos cronometrados, los besos y los abrazos para la foto de la revista y si no eres importante en la socialité pues te queda la misericordia narcisista del facebook para que todos vean lo bondadoso que eres, lo buen cristiano que resultas en pixeles adecuados.

No, no me molesta la foto en particular, aumenta el maltrato digestivo sí, mas no es la base del asco. El principio de la nausea proviene de lo falso que me resulta todo este simulacro de hermandad. Cómo no llamar hipocresía a esas hordas de personas que de pronto resulta que en ciertas épocas del año descubren que hay otro continente a menos de una hora de distancia que se llama pobreza. ¿Cómo no escupir esa mentira de amor al prójimo?

Porque en el fondo ahí no habita el descubrimiento del otro, ahí reside el cumplimiento con la imagen. Supongo que resulta redituable socialmente hacer obras de caridad, te sitúa como un hombre de bien, augura mejores relaciones porque este es un hombre/mujer de bien, un católico, cristiano, evangélico, imbécil emplar.

Qué falso me suena  escuchar y leer a muchos de mis conocidos decir que “hoy”, “mañana”, “ese día” me toca hacer mi obra de bien. Siento que van a ir a marcar tarjeta al trabajo de la imagen. La caridad navideña es una limosna, para decirlo de una vez, es el sencillo que limpia, que anestesia tu conciencia. Un placebo de comunidad.

¿Cuántos se saben el nombre de los que fueron a visitar? ¿Cuántos han vuelto sin necesidad de dar, sino por una amistad genuina que surge del encuentro primero? No los hay y si los hay, son una apuesta ínfima a la estadística. Y no los hay porque ellos, en el fondo no son los mismos: una es la mano que da, la otra es sólo una anécdota de noche Buena.

No te mientas, no nos mientas, tú no vas a dar amor, importancia al otro, tú vas por una sed personal de aplausos, eres un adicto de la aprobación. La limosna me da asco, reconozco que a los niños les resulta muy bien recibir regalos y ver que personas se acercan con una sonrisa construida. Incluso creo en la alegría efímera que cabalga en los rostros de los samaritanos de diciembre. Pero no dejo de ver en ello, detrás del molde, un teatro de la más baja calidad. Seguirán siendo extraños, seguiremos siendo extraños.