martes, 29 de septiembre de 2009

UN ADELANTO DE VINAGRE Y ROSAS

CHARLY EN LIMA


Creo recordar dos conciertos en este año, a los cuales he asistido, que realmente han valido la pena. El primero fue el de Kevin Johansen, que lamentablemente no escribí, y el segundo, sin lugar a dudas, el de Charly García. La presión al respecto de su regreso era bastante fuerte, la pregunta se hacía sentir ¿Será Charly el mismo? ¿Podrá cumplir las expectativas del regreso triunfal que caracteriza a un artista de su talla y leyenda? La respuesta, para beneplácito de sus afiebrados y alcoholizados seguidores, fue que sí, que Charly regresó una vez más desde el infierno de la duda y desde la cicatriz del tiempo. Charly cumplió con ese casi canónico regreso de los grandes desde la muerte, ya lo hizo Joaquín Sabina de igual manera (a quien sus exquisitos excesos le pasaron factura hace unos años) y triunfó, musical y literariamente, publicando varios libros posteriormente. Ahora le toca a Charly con su nueva gira que dio inicio en Perú, en la explanada del Estadio Monumental. Aproximadamente más 15 mil personas anunció el Comercio, unas 20 mil según otras fuentes. Por mi parte, el ambiente de olor a marihuana y fiesta inacabable brumó mi vaga visión del número de espectadores que empezaban a saltar impacientemente ante la espera del ídolo argentino.
Cabelleras rubias, castañas, negras, se confundían entre la sonoridad del beso incontrolado, de la seducción del parlante en el escenario. Cuatro tipos tirados sobre el suelo coreando clásicos que se repetían como ecos desde atrás de otro grupo de soñadores. Eran las 9 y 15 aproximadamente y el telón que cubría el escenario empezó a mutar, a llenarse de color. Por un momento la oscuridad cubrió el lugar, para luego dar paso al creador de Botas Locas, notoriamente subido de peso, un poco de lento andar (probablemente por los medicamentos que toma y/o por la terapia que aún se encuentra en proceso) pero nada de eso opacó al piano, seducido por los dedos de Charly. Vestido de terno, peinado ordenadamente, y con la voz recuperada, arremetió contra un público excitado, canciones como Chipi Chipi, Nos Siguen Pegando Abajo, Demoliendo Hoteles, No Soy Un Extraño… casi un total de 29 canciones y esas ganas, esas malditas ganas de decirle: Che, no te vayas.
Pero se fue, después de más de dos horas de concierto, después de tres décadas unidas bajo una voz, a la entrega de unos dedos que viven para seguir acariciando esas notas musicales que nos remiten a la forma inicial del rock, a las ganas de joder un poco, y movernos bien. Simplemente Say No More.