Abuelita, soy tu nieto, el
escritor, ese que aún no publica un libro, tu consentido. El mayor de todos, tu
consentido, y por eso renegaban mi hermana y mi prima cuando éramos pequeños
¿Recuerdas? Yo me acuerdo de todo,
echada sobre esa cama, haciéndome un espacio para dormir porque yo me aburría
en esa casa grande y tú ¿Por qué te aburres? Los niños buenos no se aburren y
cambiabas tu novela por lo que el nieto quisiera ver.
Abuelita, tú te metías a la
piscina junto con mi abuelito en ese patio donde antes criabas animales y que siempre
me contabas orgullosa lo lindo que era criarlos, aunque un poco macabro eso de
cocinarlos luego. En ese patio, en esa piscina te metías y jugabas con tus
nietos, en esa misma piscina donde un día vería un ratón que ocasionaría mi
futura fobia, algo ya calmada con los años y tú pasándome huevo, porque me
tenías que curar, quitar el susto pasándome el huevo por la frente, diciendo
alguna oración y besándome la frente.
Abuelita, no lo sabes, pero aún
tengo miedo. La noche es fría y quisiera verte sentada en la sala, viendo las
noticias y confundiéndolas. Tarde me enteré que te encantaban los ravioles o
acaso ese fue un gusto reciente, sin embargo sé de un lugar que te encantaría,
hasta ponen música de Los Panchos. A ambos nos gusta, quién diría que a mí me
iba a dar el gusto por el bolero y los dos cantando Nosotros, pero en la versión de Chavela Vargas Y Joaquín Sabina.
Quiero cantar contigo, ahora que
el vacío es más hondo y quisiera que me abraces. Aprovecharía para despeinarte,
porque sé que te gustaba que te despeinara y luego me fuera corriendo, me guitarías
“cojudo” “espera que te agarre” y ambos reiríamos. Abuelita, si te vas ¿Quién
va a celar a mi abuelito?
Siempre me pregunté cómo en ese
cuerpo tan pequeño podía caber tanto celo, pero me miro a mí y digo que debe
ser una cuestión genética. Ahí estabas tú, mirando tras la ventana y cerrando
las cortinas para que nadie vigilara a tu esposo. A veces renegaba por eso,
otras ocasiones reía y te bromeaba. Ahora las cortinas están abiertas esperando
que las cierres.
Abuelita, aún queda el jardín
intacto para que cultivemos nuestras flores ¿No quieres quedarte a ver cómo las
sembramos? Que el florecer sea nuestro, abuelita, no te vayas. Engríeme, déjame
aún sacarte canas verdes, preocuparte porque llego tarde, enorgullecerte porque
ya va a salir mi libro. Abuelita, que soy un egoísta, que te quiero tener por
siempre.
¿Cómo prepararme ante esto? Sólo
esta noche he vuelto a ser un niño asustado en mi cama y quiero buscarte, que
me hagas un espacio y que tu brazo me rodee para protegerme en tu temperatura.
Abuelita, que en unos minutos es mi
cumpleaños y quiero saber que entras por esa puerta orgullosa de haber
permanecido despierta y ser la primera en saludarme. Yo te voy a estar
esperando, como siempre, a que me beses la frente.