domingo, 21 de junio de 2009

SI VOLVIERA A TENER ENAMORADA


Ella es una buena amiga, o quizás más o una intención noble con mucho de inhibición y poco de acción. Pero digamos que ella es y punto. Ceci, por no decirle Cecilia, es tan linda y tan poco fea y por mucho que lo intento, porque han pasado los años y han pasado los llantos como ríos que me digo y por qué no, por qué no ser más que amigos. Por qué no intentar algo y quererla y llevarla al cine y cogerle la mano como en ocasiones lo hago, pero cogerla sin sudar tanto, si es posible, por favor. Ceci habla mucho y me divierte, me engríe, me entiende y me engaña diciéndome que soy un chico bien, que cualquiera quisiera estar conmigo porque soy un chico buena onda, lindo, inofensivo, que Rocío es una tonta por haberme dejado cuando más la necesitaba. Pero ella no sabe que el tonto fui yo y que lo sigo siendo mucho, ella no sabe de mis depresiones, no me ha visto realmente así, no sabe, por más que se lo he dicho, que me pongo insoportable, que hasta celaba a la pobre Rocío con mi mejor amigo. No, ella no sabe o no quiere creerlo, ella insiste e insiste que soy un chico bien, que Rocío es una tonta tonta, pero no, yo insisto, el tonto tonto fui yo.

Pobre Rocío, cuanto la hice sufrir por mis inseguridades y mis penas, y ahora cuanto la extraño, pero han pasado ya tantos días que sumados a semanas y a meses, hacen el total de un año que la extraño y que sigo diciendo lo tonto tonto que fui. Lo bueno es que Ceci, desde que ha aparecido se ha convertido realmente en una salvadora, en una terapeuta extraordinaria, comprensible, querible, en una terca total que insiste en ver sólo lo mejor de mí. Lo bueno sería que vea mi otro lado, para que no se espante luego, irle presentando de a poquitos mi dark side. Decirle, Ceci, mira, yo a veces soy un poquito así y otras veces un poquito asá, no siempre soy lindo. Ceci linda. Mi amiga, linda, tierna, muy centrada en sí, excepto cuando está distraída y se descentra un poco, se aturde, se nubla, se tutea con los sueños. Ceci linda, se engríe y quiere presentarme a chicas lindas, porque yo sería un buen enamorado para cualquiera, porque soy muy comprensible, muy sensible y otras falacias inocentes más. Ya pues Martin ¿Hasta cuándo? Me dicen mis amigos, y me planteo la posibilidad, tanteo las consecuencias y mido los efectos y afectos. Me pregunto pues ¿Y si volviera a tener enamorada? ¿Qué pasaría? Y me respondo, la verdad es que veces la necesito, a veces extraño extrañar a alguien. Probablemente me aprendería de memoria su número telefónico, le inventaría muchos diminutivos para llamarla, le escribiría Prosas para un amor como lo hice con Rocío, volvería a leer a Cortázar, a Nabokov para robarles unos versos y aprender a escribir como se debe. Quizás la leería y le guste y me llore y me devuelva el texto diciendo sentirse que no la merece, pero se lo merece todo, toditito ito, y se lo escribiría con todo el corazón, con esa sinceridad con la que Rocío me quiso y con la que Ceci me ve tiernamente desfallecer al lado de un vaso, iríamos al cine y nos amaríamos en la oscuridad, en los baños, en los parques.

También y eso es cierto, a partir de la próxima semana empezaría a llamarla insistentemente los domingos esperando que me conteste a la primera llamada, esperaría ansioso que me diga que me extraña, la empezaría a cansar con mis dudas y mis preguntas, insistiría en que necesito ayuda. Pero también es cierto que he cambiado, que ya no soy la misma pregunta sin respuesta que era antes. He aprendido, no queda otra, por eso quizás ya esté preparado para intentarlo nuevamente, y para cagarla otra vez, pero antes de cagarla seríamos divinos, iríamos a galerías de arte, visitaríamos los teatros de Lima, nos burlaríamos de los huachafos que abundan en el mundo, cantaríamos Hey Jude, le compraría helados en el parque Kennedy de Miraflores, en las noches comeríamos tacos en La Casita. Sería tierno, la mimaría y la besaría y luego la cagaría, porque soy el resultado de todas mis pequeñas cosas. Pequeña Ceci, cagarla contigo es enmudecer, es borrarte de mi lista de contactos en mi correo electrónico, sería esperar afiebradamente una llamada tuya a mi celular, sería compararte con todas las chicas y encontrarles parecidos y verte con un peinado y con otro y descubrirte única en la calle Pardo. Fumaría más de lo que hago ahora, porque, Ceci, yo no soy de fumar así como lo hago, créeme, este hábito es lo que me queda de Rocío, lo que me queda de su mundo sensible, mundo en donde yo fui un tonto tonto. Ceci, no me presentes a nadie, no me hagas crear situaciones de arrepentimiento, porque así soy, así me parió mi madre, como un fracaso lindo, como una ternura que entristece. Pero antes, recuérdalo, podríamos ser divinos. Esto es lo que pasa conmigo, Ceci linda, mi ficción a tus pies, piénsalo bien, yo lo estoy pensando bien, sé lo que podría pasar si volviera a tener enamorada, pero claro son suposiciones mías y sólo mías, no estoy viendo claramente tu participación en esto, quizás no me dejes ser el canalla que suelo ser, quizás funcione y caminemos siempre en el parque Kennedy, y quizás algún día entiendas que Rocío no fue ninguna tonta tonta, te encantaría conocerla, porque ella es linda linda y muy inteligente, con un comportamiento muy sui generis y tiene unas muecas graciosísimas. Te gustaría Ceci, ahora disculpa estas tontas divagaciones mías, disculpa por inventarte, pero es que a veces uno se siente tan solo, que es necesario tener a una Ceci como tú al lado.

jueves, 11 de junio de 2009

DATOS SOBRE LOS AWAJÚM-WAMPIS

El siguiente texto ha sido tomado de la portal : http://www.co.terra.com/terramagazine/interna/0,,EI8868-OI3814296,00.html
Paola UgazLima, Perú
La antropóloga Luisa Elvira Belaunde, con un doctorado en conocimientos de la Amazonía, trabaja actualmente viajando entre las ciudades de Lima y Salvador, en Brasil. Terra Magazine la entrevistó sobre las diferencias culturales que separaban a los indígenas y los policías que participaron en la asonada en Bagua, en la selva peruana, y en particular por la etnia awajún-wampi, la más visible en la resistencia a las medidas aprobadas por el congreso peruano respecto del manejo de los recursos amazónicos.
¿Quiénes son los awajún-wampis?
Los awajún son gente como uno. Quieren que sus hijos se críen sanos, trabajadores y alegres. Tal vez no hablen el castellano igual que la gente en Lima, tal vez lleven adornos diferentes a los nuestros, pero son gente como uno, como todos los peruanos.
Lo que los hace diferentes es que ellos mantienen viva una lengua antigua, milenaria, y conocen la selva de manera íntima. Tan íntima que para ellos la selva, los ríos, las plantas y los animales no son meramente cosas sino personas.
¿Cómo viven los awajún-wampis?
Puede parecernos raro a nosotros que vivimos en las ciudades, pero para ellos, somos nosotros los extraños porque vivimos rodeados de meros objetos sin vida. Calles casi sin árboles, casas con paredes de cemento frío, muebles de plástico, meras cosas con los cuales no podemos conversar ni soñar.
Eso es un gran impedimento, porque para los awajún, es a través de los sueños que se aprenden las cosas más importantes, que se escuchan el consejo de los antepasados y se reciben los poderes de los espíritus. Por eso los grandes sabios y sabias del pueblo awajún, son los soñadores, los que saben comunicarse con el pasado y todos los elementos del entorno.
¿Cuáles la visión de los awajún-wampis sobre lo que nosotros llamamos el medioambiente?
La historia del pueblo awajún está íntimamente entrelazada a la historia de la selva y los ríos que habitan y con los cuales se comunican para vivir una vida plena. Cualquier decisión que atañe su selva y sus ríos los atañe a ellos mismos.
Para comprender a los awajún antes que nada, entonces, hay que dejar de lado esa extraña locura nuestra, de la gente de las ciudades, esa manía que tenemos de pensar que los árboles, los ríos, las aves, los peces y los animales de la tierra no son sino cosas que uno puede tomar, utilizar o dejar sin que estos sientan nada. Es nuestra manía hacer de nuestro entorno una cosa, negarle la vida, negar que es parte de nosotros mismos y que el daño que le hacemos al entorno nos lo hacemos también a nosotros mismos. Tal vez no queremos admitir que al rodearnos de meras cosas sin vida, nos hemos privado del derecho a una vida más plena.
¿Quién aprende de quién, y quién se niega a aprender de quién?
Para las familias awajún, mandar a sus hijos a la escuela a que aprendan a leer y escribir y puedan ser como todos los niños peruanos es una prioridad. Ellos no escatiman sacrificios para mandar a sus hijos a la escuela, para conseguir el dinero para comprar sus pocos cuadernos y sus ropas de estudiantes. Y allí en la escuela, sus niños aprenden sobre la gente de las ciudades, aprenden a defenderse, como suelen decir, para no dejarse a engañar como ya fueron engañados sus antepasados muchos veces por la codicia de personas inescrupulosas de las ciudades que sólo pensaban en utilizarlos, como si en vez de ser plenamente humanos fuesen solamente cosas. En la escuela que el estado peruano ha colocado para ellos, ellos han aprendido a defenderse como ciudadanos peruanos, y muchos de ellos han demostrado su fidelidad total al Perú protegiendo las fronteras del país en los conflictos armados con el Ecuador de las pasadas décadas. Son excelente guerreros, si, eso lo han demostrado muchas veces como soldados defendiendo al Perú, lado a lado con ciudadanos peruanos de todas partes del país.
¿Entonces, si los awajún han aprendido de la gente de las ciudades, por qué la gente de las ciudades no podemos aprender de ellos?
-Todos somos plenamente peruanos y plenamente ciudadanos, ¿por qué tenemos siempre que pensar que la gente de las ciudades somos quienes siempre tenemos la razón? Los awajún no se oponen al progreso del país, pero si se oponen a que se les separe de su selva, sus ríos, sus plantas y sus animales, porque ese entorno hace parte de ellos mismos, y así como ellos no pueden ser tratados como cosas, la selva tampoco puede ser tratada como una mera cosa.
Ellos quieren un lugar donde vivir y donde soñar. Quieren sus comunidades y sus tierras, y quieren un progreso que no signifique polución, donde no haya derrames de petróleo, donde no haya falta de alimentos ni enfermedades. Ellos quieren ser escuchados así como ellos han escuchado a la gente de las ciudades, así como ellos han escuchado a la selva y los ríos. Olvidémonos de nuestra locura, de nuestra manía de hacer de los seres vivos meras cosas.

sábado, 6 de junio de 2009

SOBRE BAGUA


Hay una obligación moral que uno no puede callarse. Han muerto innecesariamente policías y nativos de la zona de Bagua, pero para el gobierno sólo hay un responsable: los nativos salvajes. Para Mercedes Cabanillas sólo existe un merecedor de culpa: los nativos salvajes. Para García sólo existe un grupo egoísta que no desea ver el “progreso” de su país y ese grupo son: los nativos salvajes.

Hay que desmenuzar algunas cosas, con lo poco que sé, no se trata de “nativos salvajes”, no se trata de catalogar con un término tan fácil y tan occidental. Hace falta, por lo tanto, alejarnos un poco de ese equipaje cultural de occidente que nos envuelve para comprender un poco mejor el asunto. Ya hace mucho tiempo, intentos de colonización se dieron en diferentes zonas de la amazonia, sí sin tilde en la “i”, esos intentos fallaron. Desde tiempos prehispánicos, tiempos coloniales, con las misiones cristianas, y en tiempos en donde el caucho auguraba un bienestar económico.

Las consecuencias fueron inalterables para las formas de vidas amazónicas, el impacto ambiental y cultural ha sido y es irreversible. Ya anteriormente empresas petroleras han intentado penetrar suelos vírgenes de la bota exploradora, los nahua son un ejemplo claro de ese intento petrolero, los diarios en aquellas época anunciaban al respecto sobre el descubrimiento y ataque de una nueva “tribu” en el Amazonas. Hubo muertos en aquella ocasión. El I.L.V (Instituto de Lingüística de Verano) acudió a la zona con el fin de investigar aquel grupo y sus características lingüísticas. Lamentablemente algunos se contagiaron de una simple gripe, que para un sistema inmunológico que no conoce este tipo de enfermedad fue mortal, y el saldo fue de numerosas muertes. Los nahua acudieron a la zona de otro grupo nativo, los Yaminahua, que ya tenían contacto con los científicos y otros del mundo occidental, por lo cual su proceso de aculturación ya había empezado.

El jefe de aquella comunidad sirvió de intérprete para los médicos que fueron a la zona a intentar evitar más muertes por una gripe que casi se convierte en epidemia. El resultado fue que muchos de los nahua abandonaron su lugar de origen y se establecieron donde estaban los campamentos de los médicos en la zona del otro grupo nativo, lo cual generó una relación de dependencia, ya que los nahua siendo un grupo cazador y recolector necesitaban de un buen estado físico para realizar sus funciones, estado el cual no poseían por debilitamiento que les ocasionó la enfermedad.

Éste es un caso típico de un proceso violento de intromisión en las zonas, cuyo contexto cultural es muy diferente al que vivimos. El factor de Derecho que reclama la Ministra Cabanillas escapa al análisis antropológico que seguro no maneja, o ignora o prefiere ignorar en aras del “progreso peruano”. El concepto de Derecho surge de los planteamientos de justicia, de lo que es justo dentro de una sociedad. Por lo tanto no se puede pedir a una sociedad de contexto cultural diferente, que implica costumbres, creencias y formas de vida distintas a las practicadas en Lima, que piensen que lo que es justo para nosotros deba ser también justo para ellos. Ya se ha explicado detalladamente lo que implica ejercer normas legales en contextos culturales donde la noción de justicia y ejercicio de ella difieren de las nuestras como el en el libro de Antonio Peña: “Justicia Comunal en los Andes”, de la Pontificia Universidad Católica del Perú, donde el autor agrega lo siguiente: “Podemos decir de la justicia que se trata de aquella armonía u orden, de la cierta congruencia, proporción o equidad, y hasta de una cierta relación armoniosa con el cosmos, que abstraen y perciben los individuos de un grupo social.” Más adelante contextualiza: “En tal sentido, es necesario referirnos previamente a lo que entendemos por grupo social. A partir de esta explicación procuraremos ingresar a la parte más difícil y conflictiva del análisis, que consiste en entender la manera cómo se elabora el concepto de justicia al interior del grupo social. Procuraremos entender cómo es la justicia, distinguiendo al final los planos de abstracción, percepción y materialización. Después de ello, por último, recurriremos a precisar que la justicia no es igual para todos los grupos sociales y que, por lo demás, cambia históricamente”.

La OIT en su Convenio N 169, redactó numerosas leyes que protegían los derechos de los pobladores amazónicos, entre ellos los siguientes:

“ARTÍCULO 5:

Al aplicar las disposiciones del presente Convenio:

a) deberán reconocerse y protegerse los valores y prácticas sociales, culturales, religiosos y espirituales propios de dichos pueblos y deberá tomarse debidamente en consideración la índole de los problemas que se les plantean tanto colectiva como individualmente;

b) deberá respetarse la integridad de los valores, prácticas e instituciones de esos pueblos;

c) deberán adoptarse, con la participación y cooperación de los pueblos interesados, medidas encaminadas a allanar las dificultades que experimenten dichos pueblos al afrontar nuevas condiciones de vida y de trabajo.


ARTÍCULO 6

Al aplicar las disposiciones del presente Convenio, los gobiernos deberán:

a) consultar a los pueblos interesados, mediante procedimientos apropiados y en particular a través de sus instituciones representativas, cada vez que se prevean medidas legislativas o administrativas susceptibles de afectarles directamente.”

Hay aquí algo que francamente apesta, las muertes innecesarias, a los policías no los mataron unos “nativos salvajes”, a los “nativos salvajes” no los mataron los policías, ambos fueron asesinados por el poder y la ignorancia de un gobierno más ciego que Borges en su ancianidad, pero jamás tan sabio.

jueves, 4 de junio de 2009

LLÁMALO CINE SI QUIERES


Cuando se trata de nombrar las cosas que existen en ese inmenso y casi elitista mundo de los solitarios, ya sea por elección o por decreto humano, que les puedan gustar, no resulta ser una tarea difícil. Simplemente porque no hay por dónde extraviarse, no damos razones para eso. Quizás sea esa una de las razones por las que no sea tan difícil saber qué es lo que me gusta, puede que sea una prueba irrefutable de mi condenada soledad, ya sea por elección o por decreto humano. Es una forma de estar en paz con el mundo y declararle la guerra a todo aquello que significa uno mismo. No aguanto las multitudes, a menos que no hablen, no respiren, no me miren. Pero increíblemente, no aguanto estar solo.

La paradoja más acertada que pueda explicar este sentimiento la encuentro justamente en uno de mis pocos placeres, de aquellos notorios, que es cuando desaparezco en el mundo de todos, en una habitación grande, rodeado de personas a quienes no les importa un pedazo de hombre que tengan al costado, que está tan sólo para que una pantalla le cuente una buena historia, y si es posible, si la historia es realmente buena, salga de esa habitación gigantesca, más pensativo que nunca y tal vez más solo que nunca.

Mi pasión por el cine es antigua y hereditaria, por parte de mi abuelo, que solía vivir en Atocongo, cuando trabajaba para una empresa dedicada al comercio de cemento. La más importante distribuidora de cemento en el país. El viajaba desde ahí, un sitio bastante lejano, hasta el centro de Lima, a veces iba solo, otras veces con sus hijos. Quien más me cuenta de eso es mi padre, de cómo él los llevaba al cine, mas nunca o casi nunca tenían ellos la potestad de elegir qué película ver. La elección ya estaba tomada y John Wayne estaba esperando, acariciando su arma, preparando la pólvora, hasta que mi abuelo se sentara en su butaca y oyera los primeros disparos y el primer relinchar del equino. Ese placer por los silencios humanos, sin nada más que el ruido de una pantalla, de un dialogo, esa oscuridad cómplice, ese mundo de ficción en que nos envolvemos durante dos horas es un momento que nadie le quita, que nadie nos quita.

Mi abuelo ya no va al cine, ya no es la vieja y espaciosa sala de antes que lo abrigaba, ahora es más chica y hace un frío de mierda… ya no es como antes hijo… y tiene toda la razón, nada es como antes, probablemente ni yo soy como antes. Extraño en ocasiones a ese pasado que parecía soportarlo todo, pero no podría volver a encarar ese personaje grotesco y oscuro, no podría vestir nuevamente aquella mascara inexpresiva, aquel tormento desprestigiado por las horas. A veces extraño ese olor cálido y ese entorno túrgido alrededor de un abrazo. Cuando una extremidad mía cobra vida propia y enlaza con el cuerpo de alguna bella razón de luchador y terco creyente. Es eso, simplemente creer, abandonar toda razón, todo axioma y nada más entregarse. Mi abuelo sabe hacer eso, él no las razonaba ni las criticaba, él simplemente disfrutaba, se entrometía en el drama y era capaz de avisarle a Burt Lancaster si algún maldito pirata se atrevía a atacar por la espalda. No importa nada más.

Nadie más en la familia heredó su gusto por el cine, a excepción de mí, pero hay una diferencia. Y es que creo que para él el cine representaba unas vacaciones de lo real y dar un paseo breve por la ficción, extendía su mano y esperaba ser llevado de un mundo a otro como un niño que explora feliz. Por mi cuenta, yo no busco un paseo, busco un rescate. Esa es una diferencia muy importante a tomar en cuenta, el cine me aleja y me camufla. He compartido mucho con el territorio de lo impalpable, es lo más parecido a una relación. Se gasta, se invierte, se goza, se llora o se ríe, al final suelen ser ambas y luego, de repente, todo acaba en medio de una multitud que no saben que existes.

Uno va, elije que el momento sea así, yo elijo la historia que quiero que me sea contada, y consciente o inconscientemente decido qué estado anímico deseo que se me sea impuesto, de manera fina y cronometrada. Uno va, solo. Hubo tiempos en donde solía ir acompañado. Iba así, andaba así, despidiéndome y despedido. Uno camina lentamente, es asediado por unidades de imágenes, de colores. Todo significa y todo se entorpece, porque no importa nada, no hay nada qué analizar, uno va para disfrutar, pero yo voy para que me rescaten. Es cierto, pero no siempre fue así. Ir acompañado tiene sus ventajas, sus propias historias y sus propios guiones. Yo sería una obra lograda de Woody Allen o un nuevo cartero para Neruda, si me dieran la oportunidad, sería hasta el mismísimo Humphry Bogart y yo sí que lloraría.

Sigo caminando y extiendo sabiamente mi mano y pronuncio sabiamente, mientras mis labios dibujan excitación, aislamiento, el nombre de la película, como lo hago siempre. Ir acompañado tiene sus ventajas, no sólo son guiones aparte, son trampas contra la quietud y el pensamiento, porque yo sí las critico y las razono. Pero las razono en base a mí, sólo a mí y cuando ejerzo alguna otra función que no fuera una crítica en base a lo que esa película se atrevió a descubrir en mí lo demás carece de sentido.

Todo debería carecer de sentido, la razón sólo me ha traído a estas inmensas salas a esperar ser olvidado, sin embargo qué bella es la razón, qué bella es la emoción, qué bello es Einstein y qué lindo es Bryce. Ir acompañado tiene sus ventajas, en especial cuando cumples tu objetivo y eres uno con el espacio y todos los demás son uno con otro uno… Mickey Rourke ha resucitado, sigue vivo el hijo de perra… Uno va solo, antes con amigos, antes con sus pies, sus medias de colores y sus zapatillas sucias, antes con amigos, antes con sus lentes, sus muecas, antes de ella nada más…ha vuelto y con qué película…la habitación me acoge, yo quiero preguntar si hay espacio para mí esta noche. Como ustedes verán a mí me gusta el cine…es quizás la mejor actuación del año, un verdadero luchador…Soy bueno, trato de no herir a nadie, pero a veces, a veces simplemente es mejor dejarme en paz, pero increíblemente no aguanto estar solo…realmente me ha conmovido…Cuando acaba todo es realmente inquietante, uno se perfila, se acomoda a su necesidad, se convierte en el actor que lo ha impactado, yo soy Mickey Rourke, nadie me discute eso, me he ganado el derecho. En mi cabeza aún quedan grabadas las diferentes conversaciones de algunas parejas, instantes antes de que empezara el largometraje, diferentes momentos de la relación, discusiones idiotas, risas idiotas, besos idiotas, pero al final, cuando todo acaba, no importa que yo sea ahora Mickey Rourke, simplemente se encienden la luces y observo a muchas personas irse juntas, besándose y recuerdo con nostalgia que antes yo era uno de esos, uno de esos desagradables sujetos, que antes alguien me besaba en la boca y no importaba nada más.
Así, nada más que eso, que todo acabe y todo se silencie brevemente, que abran las puertas y que la noche y la lluvia mojen incasablemente mi cabeza. Todo es silencio y el frío, el frío debe ser parte del guión, algún tipo de acuerdo entre lo mágico y lo ordinario. Caminar me hace feliz, andar, existir en cada intento de gota. Soy uno con el invierno, debe ser cosa de la melancolía o que la extraño. El beso, también debe ser eso, debe ser que me gusta extrañarla. Realmente me ha conmovido. ¡Oye! Realmente vale la pena.