jueves, 3 de noviembre de 2011

¿Y SI ADMITIMOS QUE EL OTRO EXISTE? LOS RETOS DE UN GOBIERNO


A mí el caso Chehade me incomoda, me irrita, me devuelve a las canteras de lo ocre. Que sea inocente o no, no lo asumiré yo. De eso se encargará la justicia, los periodistas, la “opinión pública” que no es más que un titular dado por una persona, se encargará la historia y por último: el oprobio.

Sin embargo me preocupa, además de irritarme, lo que como símbolo manifiesta y expele. Estas han sido unas elecciones difíciles que nos mostraron lo que no queríamos ver, lo que algunos sociólogos se negaban a aceptar en su wishful thinking. Me refiero a que aún no somos un país, somos en todo caso un futurismo, una deuda pendiente, un colmillo gastado. No nos reconocemos, ni reconocemos al otro. Eso se mostró en las agresivas frases que se escribieron en Facebook, en las portadas de diarios sensacionalistas, en la frase: “Ganaron los ignorantes.

Hace poco me enteré de la existencia de la página “Anti Hi5 Amixer.com” en Facebook. Esta página utiliza un término muy particular, que es el “amixer”, que viene a ser una derivación despectiva del otro término “amix”. Amixer vendría a ser el otro, la otredad, ese sujeto que no soy yo, que no puede ser yo porque sus facciones no son las adecuadas. El amixer tiene como particularidad no ser blanco y más bien trigueño y que aún usa la otra página de red social conocida como Hi5. El nacimiento de este insulto conlleva significancias más allá del disgusto estético, proviene de un mensaje subliminal de decirle al otro “hasta aquí llegas”, consiste en marcar un muro tácito con el cual aún se deben mantener las fronteras sociales, en este caso más cercano al modelo de castas.

Resalto este fenómeno porque representa dentro de radio su de alcance un problema mayor: Hay gente que tiene derechos y hay otras que no.

Ese mensaje fue el que hizo ganar a Humala. Quizá por eso me gustó mucho cuando trocaron la frase de “ganaron los ignorantes” a “ganaron los ignorados”. Aquello fue el punto fuerte de la campaña de Humala, mas también se puede convertir en su talón de Aquiles. Me explico, al haber hecho hincapié sobre la inclusión social ganó fácilmente en muchos de los departamentos de la zona andina del Perú. Ahí fue casi invencible, esto se traducía también en una mayor participación y control estatal y fiscal sobre los recursos naturales, entiéndase por eso principalmente los temas relacionados a la minería. Sin olvidar, claro, su promesa de destinar el gas del lote 88 para consumo interno, o en todo caso priorizar su uso para el mercado interno.

Bien, si revisamos que del total de 148 conflictos activos más de la mitad tienen que ver con asuntos socioambientales, es decir el problema minero. Cusco, Cajamarca y Puno son algunos de los de los departamentos que esperan una acción rápida de parte del gobierno. El problema para Humala será cómo negociar con ambas partes sin que el Estado salga perdiendo, sobre todo teniendo en cuenta sus promesas de gobierno durante la violenta campaña y sus otras promesas a los empresarios, me refiero al discurso que dio en el Peruvian Business Council en New York.

Hasta el momento la ley de la consulta previa es un primer avance para amainar las aguas, y no repetir el Apocalipsis Now de Bagua. Ahora averiguar su uso y sus alcances será lo primordial. Este gobierno tiene que diferenciarse mucho del anterior, sobre todo en lo que concierne al diálogo. Esto ayuda a crear un puente y abrir posibles soluciones escuchando las demandas de los protestantes, pero sobre todo, tiene un principal efecto en la representatividad del gobierno. Porque aunque les parezca injusto, un gobierno sobrevive más por la imagen, por los gestos que por los hechos mismos.

Es cierto que las obras son gestos y muestras, pero un gobierno no sobrevive sólo de cemento. Eso ya lo hizo Castañeda y García y aún así sus fantasmas con la corrupción los persiguieron. Más en el caso de García que su megalomanía parecía no dejarle entender el porqué de tantas protestas si su gobierno estaba haciendo obras. Por eso el tema de representatividad genera una gran importancia. Una ley de consulta previa no es un monumento de cemento, es un gesto que promueve el diálogo y la inclusión, es un mensaje que elimina la frase de ciudadanos de segunda clase y los hace partícipes de una nación.

Por eso la representatividad es muy importante y más para este gobierno cuyo origen se distancia del anterior, aunque quizá se acerque al de Toledo. La victoria de García en el 2006 fue una victoria triste, pues se trataba de que no ganara el otro. Este caso pretende ser similar, que no ganara Keiko. Pero además se juntaron muchos movimientos, de distintas ideologías y clases sociales. Ganaron las provincias y perdió Lima, diría que por primera vez.

La otredad está representada o, por lo menos, siente que así es o será. ¿Qué pasa cuando se enciende la esperanza y lo que se recibe en cambio es la plúmbea continuidad?

Hay que recordar que Sendero es el hijo de muchas promesas frustradas. Y los que muchos ignoran y olvidan es que el semillero del cambio fue iniciado por el Apra. Cierto que también estaba el movimiento iniciado por Mariátegui y que antes de él estaban los anarquistas bajo la tutela intelectual de González Prada. Pero el primero no llegó moldear todo lo que planteaba pues su líder murió joven, además que sus acciones caminaban más dentro de la intelectualidad y el segundo se dispersó entre apristas, socialistas y más tarde comunistas.

Fue el Apra el que abrazó a muchos de los descontentos y esparció las ideas de un cambio, cuando Haya aún era un ferviente antiimperialista. La historia la sabemos todos ya. El Apra se hizo amigo de Odría, de los Prado, del olvido selectivo. Pero la semilla había sido sembrada y la pregunta constantemente pateada ¿Y cuándo el cambio? Hubo muchos intentos insurreccionales en el país, pero su freno fue justamente el gobierno más estigmatizado del siglo XX.

Curiosamente el gobierno revolucionario de Velasco frenó las insurgencias pues se pensó que él haría los cambios que tanto se habían prometido y tanto se habían postergado. Es decir, no sé si sin proponérselo, se evitó una guerra civil (El caso de Bolivia es similar, no discutiremos los aciertos y los fracasos del gobierno vecino, pero si a Evo le va mal, haríamos bien en recordar que lo que se le venía a Bolivia era algo peor, cercano a una guerra civil. Es mucho mejor pelearse con un gobierno, quejarse, que ver muertos en la calle). Tanto fue así que el texto mítico del fundador del Apra que durante años fue prohibido en el Perú por orden expresa de su autor, nada más y nada menos, fue publicado por fin durante el gobierno de Velasco, pues Haya quería dar a entender que las reformas dadas por el gobierno ya las había planteado él antes. Era hora de congraciarse con el pueblo que se había alejado del Apra. El libro era El antiimperialismo y el Apra. Obviamente las razones por las que no fue publicado aquí se debían a los distintos virajes ideológicos de su autor y su creciente amistad con el gobierno norteamericano. Un libro antiimperialista sería perjudicial desde ese punto de vista.

No discutiremos la forma de gobierno de Velasco en este artículo, pues daría para uno aparte. Sólo basta recordar su derrocamiento por Morales Bermúdez y la posterior elección de Belaunde. La imagen fue que las promesas de cambio una vez más fueron postergadas, y si desde el estado democrático no se hace nada para democratizar la vida, entonces recurro a otras vías. Tal fue la vía y la justificación de un grupo de personas que asesinó a tanta gente.

Entonces vemos que la representatividad, la indignación y las armas son terrenos cuyas distancias son más cortas de lo que parecen. Hay que tener mucho cuidado con los movimientos de protesta y recordar que no son uno aparte, que son una cadena que arrastra años. Carlos Iván Degregori nos hace recordar que a través de los conflictos locales como la lucha ayacuchana por la gratuidad de la enseñanza en 1969 se convirtieron en un campo fértil que transformó la postergación y resentimiento en acción insurgente, como lo reseña José Luis Réñique.

Quizá una gran dosis de cambio de este gobierno sería que aprendamos a reconocer al otro.

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