martes, 19 de mayo de 2009

BENEDETTI

Ha muerto, no sé cuándo, ni cuándo realmente se nos fue, cuántas veces se fue y se quiso ir. Se ha ido, eso sí sé, ahora y quizás para siempre, pero regresa también, regresa siempre. A hombres como él no se les permite morir, ni se les permite vivir en paz, se les guarda en la memoria, en la letra, en la hoja gastada y maltratada del cuaderno. Benedetti nos ha dejado fríos, con la boca partida, con el comentario en la neblina ingratamente fría de Lima. Y hasta los libros parecen más tristes hoy que nunca y hasta las heridas curadas reviven más que nunca. Permanezco manso y en silencio, como aguardando la cama que no es mía y la carne cada vez más cruda y cada vez más ida. Ha muerto la mano que escribió lo que jamás pude escribir ni escribiré, ha muerto el hombre que supo amar mejor a mi amada de lo que yo nunca supe hacer, ha muerto una parte de la izquierda con él, pero ante todo ha muerto el poeta y le suceden hoy más que nunca sus versos y el poeta se vuelve más inmortal que nunca.



CHAU NÚMERO TRES

Te dejo con tu vida
tu trabajo
tu gente
con tus puestas de sol
y tus amaneceres

sembrando tu confianza
te dejo junto al mundo
derrotando imposibles
segura sin seguro

te dejo frente al mar
descifrándote sola
sin mi pregunta a ciegas
sin mi respuesta rota

te dejo sin mis dudas
pobres y malheridas
sin mis inmadureces
sin mi veteranía

pero tampoco creas
a pie juntillas todo
no creas nunca creas
este falso abandono

estaré donde menos
lo esperes
por ejemplo
en un árbol añoso
de oscuros cabeceos

estaré en un lejano
horizonte sin horas
en la huella del tacto
en tu sombra y mi sombra

estaré repartido
en cuatro o cinco pibes
de esos que vos mirás
y enseguida te siguen

y ojalá pueda estar
de tu sueño en la red
esperando tus ojos
y mirándote.

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