domingo, 24 de octubre de 2010

MI VOTO FUE POR ELLA.


Rompo el silencio que me impuse en la prosa. Rompo la discreción de la hoja en blanco para manifestar que hoy he ido a votar y lo he hecho feliz y con esperanza. He votado por Susana Villarán, con el tufillo a pisco y con la certeza de hacer lo correcto. Lo he hecho tomando el esfuerzo de leer cada día las denuncias en su contra y publicando en mi Facebook las respuestas que desmentían las acusaciones en su contra.

Me he sentido responsable lector y seguidor de esta maratónica campaña, de esta lucha espartana por conseguir los votos del analfabetismo. Porque también es cierto que el gran público ha votado por un rostro, por una simpatía y por un miedo, síntoma de la incongruencia, heredera del periodismo que nació en los 90, con el latrocinio de una inefable clase política. De otra forma no se podría explicar la reelección de Miyashiro en Chorrillos, de la victoria de Allison en Magdalena o que Kouri, ese embajador del fujimorismo, haya tenido tanta aceptación de intención de voto.

La prensa ha sido un agente movilizador de masas que hace y acomoda según intereses, aunque suene panfletario y anacrónico. Pero un Mariátegui impresentable, lanzando aullidos a la luna para acusar de terrorista a Villarán resulta, sino reprochable, muy tragicómico. La prensa ha funcionado al mismo estilo de la novela del hijo de Flaubert, Guy de Maupassant, Bel Ami. Ha sido un Hitchcock electoral, un cuento de mala noche y pobre guión. Sin embargo vale rescatar el papel ejercido por Rodrich, Mirko Lauer, el siempre correcto y corrosivo Hildebrandt, Rosa María Palacios, hasta el coqueto fujimorista Federico Salazar, Eloy Jáuregui, Pedro Salinas, Rocío Silva Santisteban y el siempre cultísimo y alegre Guillermo Giacosa.

Todos estos han demostrado que el periodismo aún no ha terminado de caer bajo la sombra del oscuro Savonarola, ni al olor de la grasa de Joseph McCarthy. Han demostrado que la izquierda es radical, pero también demócrata y liberal. Que la derecha es retrógrada y cavernaria, pero también astuta y muy decente. Yo he votado con alegría y esperanza, moviendo el lapicero al ritmo de una canción de Sabina, mientras marcaba mi aspa, tarareando Y sin embargo, y saludando a cada miembro de mesa, y burlándome de Gueva, señalando con el dedo la risa nelsoniana. He votado recordando algunos versos Martín Adán, ese bello loco de la lírica. Con las imágenes de una playa veneciana de Visconti. No sé por qué, pero Susana me huele a cultura, a verso, a melodía, a oportunidad. Y aunque pienso que tarde o temprano cualquier político terminará decepcionándonos, pues es ése su leit motiv, es ésa la consecuencia del mesianismo. Creo que Susana, la tía regia, es una gran oportunidad para Lima y para quienes apreciamos la cultura como forma de vida.

Sin más que agregar, aunque se quede mucho por decir, un abrazo para todos los que hemos sentido que hemos ganado en esta elección.


(Fue escrito hace mucho tiempo, ironías del tiempo a paso de tortuga)

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