sábado, 23 de octubre de 2010

PAÍS SUICIDA, KEIKO FUJIMORI EN LAS ENCUESTAS


El Perú no se quiere, es más, se odia. Se esfuerza por hundirse más en el oprobio y para eso ejercita el alzheimer y amplía las fronteras del ridículo y el latrocinio. Comprobado está si observamos que Keiko lidera en las encuestas. Ella sería la próxima presidenta si el electorado no comienza, ya, a leer un poco de historia, a revisar los archivos de periódicos de la época, las fotos del horror, si se preguntan por los ausentes, por los desaparecidos, por el silencio impuesto a punta de SIN.

Sólo hace falta revisar youtube y ver los noticieros de esos años, en especial los del canal 2. Con su atmósfera mortuoria, su tufo acanallado, su insignificancia informativa. Keiko es Alberto, o en todo caso una subordinada ante el jefe principal. Keiko ha tenido una presencia fantasmagórica durante su estadía en el congreso, ha cumplido muy bien el papel de no verse envuelta en escándalos y así llegar “limpia” a las elecciones. Su dirección ha sido la misma que la de Castañeda, no hablar (ambos no manejan una oratoria que deslumbre, ambos pertenecen al club no leo a Vargas Llosa). La herencia de Fujimori padre son los diarios que ahora conocemos, aquellos que conforman una cofradía de iletrados, de seres ajenos al amor de un libro. El periodismo que nos dejó Fujimori ha sido la evolución o involución de lo que pudo haber planteado Maupassant en su novela Bel Ami. Aquella bella novela plagada de seres oscuros, de aristocracia parasitaria, pero elegante y divertida. Aquel periodismo servil y oportunista, aquel sendero por donde ascender al terreno de los “alguien” y dejar de ser eso para lo que su cultura lo ejercitó: un don nadie.

Nacieron los diarios chichas, nació la información que busca desinformar, nació el día en que leer las memorias de Magaly en la cárcel resulta más llamativo que El pez en el agua o que las Antimemorias de Bryce, mucho más estimulante que una biografía sobre Kafka. O que los payasos del 4 resulten ser un paradigma de humor superior a Les Luthiers. Nació también el reciclaje de los viejos periodistas que un día se amamantaron del régimen, para luego colarse en programas insignificantes y que esperan el momento para volver a la palestra del oscurantismo como profesión. Laura Bozzo es también una criatura de la bestia, la bestialidad es un rasgo sintomático del fujimorismo. El fanatismo su hoja de ruta, la incultura su religión, la demagogia una buena compañera.

Me atrevo a decir, aunque algunos se ofendan, que el fujimorismo triunfa porque ha triunfado la base principal del dominio, es decir, mantener a la inmensa mayoría en el terreno de lo banal, de la ignorancia, porque la ha alimentado de grasa. El fujimorismo vive y late porque el pueblo que lo acompaña es infelizmente inculto. Y es una triste realidad. Pero no hay que ser injustos, la gran mayoría que vota por otros candidatos también sufre de ese mal. Pero el fujimorismo encarna algo peor: el odio a sí mismo. Fujimori alimentó muy bien su imagen en base a lo que Odría hacía en su época. Obras huecas sin transcendencia, pero que alegren la fachada de un gobierno que por dentro sufre de un cáncer mortal.

Keiko es la continuación del cáncer que quiere vencer a la quimioterapia, trata de escabullirse como sea y lo está logrando. Dice que no hará alianzas, pero que en segunda vuelta esto puede cambiar. Preguntémonos quiénes serían sus aliados, a quiénes les conviene que vuelva. Sobre todo qué tanto podría ayudar su gobierno a encubrir algunos asuntos turbios y pestíferos.

Quizá alguien se pregunte ¿Por qué si el fujimorismo representa tanta estupidez tiene a gente como Martha Hildebrandt con ellos? No me atrevo a responder con una verdad absoluta, ni con una hipótesis plausible, como tampoco entenderé jamás qué hacía Pablo Macera con ellos. Hildebrandt (el hermano menor, el canalla, el valiente) lanza una hipótesis que en resumen podríamos narrarlo así. Aquí a los intelectuales no se les aprecia (quizás en ningún lado) pero en el Perú estamos hablando que por pensar, por ser alguien que hace uso de su cerebro, está uno condenado a las miserias del hambre y al olvido sistemático. Porque aunque uno no lo quiera admitir, hay un ego minúsculo o grande, que nos impide querer ser olvidados (intelectuales o no, como es mi caso), uno a veces (o casi siempre) aspira a la inmortalidad. Pero el intelectual en el Perú es una mancha fácil de borrar. Y las promesas son, aun, peor. Los jóvenes que pudieron ser se quedaron en el camino o aceptaron transformarse en una burla de sí mismos. Bayly, en un showman que cuando muere puede escribir buenas cosas, lamentablemente no siempre es así. Beto Ortiz, tiene columnas que sorprenden y que hacen dudar a uno ¿Es la misma persona que se aniquila con pasión en la televisión?

Para Hildebrandt (el hermano) Macera cedió ante esa condición y Cotler se burló por eso de él en un programa con Althaus, en donde mostró la superioridad que el entrevistador carecía. Cada grupo de poder anda en busca de sus intelectuales. Pero uno siempre admira a esos que supieron decir: No. Como cuando Sartre rechazó el Nobel.

Por estas razones yo no podría votar por Keiko, porque a pesar de todo, de este amor/odio, yo quiero a este país. Y me esfuerzo por leerlo, escucharlo, observarlo, en sus múltiples manifestaciones. El Perú no puede ser tan mezquino consigo mismo, con su pasado. Me uno a los que intentan negar esto y me sumo a contribuir en algo para que este país, este espacio de la incertidumbre, no vuelva a las tinieblas. Para que no sigamos siendo la mierda que fuimos.

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