miércoles, 1 de junio de 2011

El agua y Aldo Mariátigui: Comentarios sobre un periodista

La prensa tiene hoy, entre sus más famélicos exponentes, una retahíla de pseudo-periodistas y escritores de sienes estrechas. Basta, para comprobar esto, acudir a las incisivas páginas de un diario que hoy destaca por su utilidad en las pescaderías y mercados, dado lo práctico que resulta para envolver productos de diversa índole. Pero si nos aproximáramos a lo que las páginas de dicho periódico contiene, nos daríamos cuenta de que nuestra tesis no sólo se ve corroborada, sino que además, resulta rebasada por la calidad de los contenidos y el estilo de estos periodistas. Entre las hordas de periodistas, que encajan en la categoría aquí descrita, tenemos como caso paradigmático a Aldo Mariátegui. Este es, probablemente, uno de los casos con los que la genética se regocijaría. En él los genes de su ascendencia (1), que nos merece el más profundo y sentido respeto, no sólo se han hechos esquivos, sino que parecen haber huido despavoridos como auspiciando la clase de persona que iban a constituir. O, puede que sea el caso, que sea inmune a los genes magnánimos y loables.

Antes de fijarnos en el contenido que expresa en sus artículos – y aquí no pondré en cuestión si realmente existe tal contenido – me parece importante resaltar el hermoso sello característico de sus notas. El estilo que ostenta es digno de crédito. No cualquiera puede caer en menudo traspiés y en frases llenas de escarnios de tan baja calaña. Llamar prosaica su prosa sería, cuando menos, un halago. El uso de términos ofensivos, los constantes apodos – que además no entrecomilla, como para enfatizar su carácter vulgar – y la asimetría de sus artículos resultan dignos de admiración. Es un precursor de la lectura crítica de artículos periodísticos. Y digo esto, pues tras concluir la lectura de cualquiera de ellos uno siempre se queda en un profundo cuestionamiento con preguntas que van desde “¿Es este hombre oligofrénico?” hasta “¿Tiene algún desfase mental?”.

Pero no deseo sólo hacer una crítica, por supuesto que no. Mi alma tendiente a la conmiseración y llena de deseos de ayudar al prójimo desea indagar un poco más profundo y arriesgarse a dar un diagnóstico. En la columna que escribe, en este conglomerado de papel y letras que osa llamar diario, el 27 de mayo del presente, nos ofrece una patente explicación para lo penoso de su condición. “Estudié – nos dice, este gran hombre – (perdí el tiempo en realidad) en la PUCP, pero no tomaba agua allí. Eso probablemente me salvó de la lobotomía caviar que allí practican con tanto éxito”. El pasaje resulta más que interesante y puede permitirnos inferir algunas consecuencias. El pobre Aldo, que afirma haber perdido el tiempo en la universidad, debe haber asistido a una biblioteca tantas veces como los venados y las ardillas que rondan por ese centro de estudios. Ello lo llevó a desconocer las graves consecuencias de ingerir poco agua y a tener un miedo más que infundado. El agua no puede ser causa de una lobotomía o de transmisiones ideológicas intempestivas. Si así lo cree, le recomiendo a nuestro sujeto de estudio que hoy revise debajo de la cama, pues el cuco puede halarte de los pies por no haber hecho tu tarea en la universidad. En segundo lugar, la deshidratación sí explica mucha de sus afecciones. La ingesta reducida de agua provoca el descenso de los niveles sodio y triptófano en el organismo. La ausencia de estos es la principal causa del severo Alsheimer que parece padecer o la ataxia que, en su caso, parece no ser cerebelosa, sino haberse difundido por todo el cerebro. Pareciera, pues, que Aldo Mariátegui ha decidido – de manera inconsciente – decirnos cuál es la causa de su estado intelectual deplorable.

No quisiera alargarme más. Desearía sólo analizar brevemente su florido y rimbonbante estilo argumental. Sinceramente, y esto lo digo como antesala, me parece que hay mejores argumentos en los titulares de los periódicos sensacionalistas que los que él esboza en sus columnas. Estoy más inclinado, por ello, a creer que este domingo recibiremos alienígenas, que en cualquiera de sus posturas. En la columna a la que hemos hecho referencia ya, considera, nuestro sujeto de estudio, que las marchas y protestas en provincias están siendo pagadas por el partido de Ollanta Humala. Las razones que da son… (y probablemente aquí los puntos suspensivos sean escasos). No da, pues, razón alguna para dicha aseveración. Inmediatamente se cuestiona – y hay que maravillarse de que pueda siquiera hacer una pregunta, pues este proceso es sumamente sofisticado y complejo, y muy raro en hombres con su menguado poder psíquico – “¿De dónde viene el billete? Ésa es la pregunta que nunca se responde... ¿De algún partido político? ¿ONGs? ¿La minería informal? ¿Los contrabandistas? ¿Los narcos?”. Excelente señor Mariátegui, casi nos hace creer que puede usted no dar ninguna razón para su tesis e inmediatamente pasar a buscar de dónde viene el dinero. Casi nos hemos rendido ante su ardid, pero, lamentablemente, nosotros estamos suficientemente hidratados.

Este artículo, de ningún modo es una crítica. Es, en realidad, un diagnóstico, la expresión de nuestras más sentidas condolencias. Sólo nos queda expresar nuestro más sentido pésame por el lamentable deceso del cerebro del periodista Aldo Mariátegui y del de otros tantos que yerran por su mismo derrotero. Lamentamos, pues, esta extraña epidemia y rogamos a Dios que no sea contagiosa. Sólo nos queda recordarles lo importante de ingerir niveles adecuados de agua.

(1) Sigo con ello la línea que Carrasco Peña ha esgrimido en un interesante artículo que recomiendo revisar: http://hepabionta.blogspot.com/2009/02/aldo-mariategui-una-lamentable.html




Joan Caraverdo.

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