sábado, 4 de junio de 2011

A MIS QUERIDOS AMIGOS: UN VOTO POR LA MEMORIA Y LA VIDA.

Me pongo en la triste situación de ubicarme ahí donde la pena manda y la incertidumbre es un símbolo patrio. Ahí donde mi terquedad en la memoria hace que no pueda olvidar la sangre innecesaria que tiñó nuestra historia con el dolor y la ignominia. Es sábado 4 de Junio y he decidido escribir esto para quien amablemente destine parte de su tiempo en leerlo y comprenderlo, pero en especial va dirigida a los amigos que quiero tanto y que estas elecciones han puesto en una situación difícil. En lo que a mí respecta: la dolora decisión de algunos de mis compañeros de viaje que han optado por apoyar una candidatura que en los noventas hizo tanto por humillarnos ante la historia.

QUERIDOS AMIGOS:

No sé si los he perdido o aún cuento con sus irreverencias y sus noches. Quizás he hecho mucho por agitar las tensiones, quizás sobredimensiono todo, no lo sé. Lo que sí sé es que por lo menos yo lo he sentido así, pues yo mismo he querido hasta olvidarme de sus cálidas presencias. Si me preguntan por qué, si consideran que mi acto y mis reacciones son un claro ejemplo de una conducta antidemocrática por no estar de acuerdo, por no callarme, por escandalizarme al enterarme que votarán por la señora Keiko, es que quizás no me conocen bien. Mi conducta no es antidemocrática, mi conducta es un reflejo espontáneo surgido de la pena y de la memoria. Porque me duele que las personas que quiero y respeto olviden tan fácilmente que un país no sólo se gobierna en base a números, que un país es más que lo que opinan ciertos medios y miedos de la prensa. Que el Perú aún está de luto, que muchos desaparecidos que desde la clandestinidad del horror estarán gritando de temor porque el gobierno que los mató volverá a gobernar. ¿Qué le diremos a los que nos sucederán cuando le digamos que votamos por la hija de un violador de derechos humanos y que además considera que es inocente, olvidando las numerosas pruebas en su contra? ¿Podrán mirar ustedes a los familiares que perdieron seres irremplazables y decirles: voté por el gobierno que mató a tu hijo, tu hermana, tu esposo…?

Queridos amigos, si consideran que mi comportamiento ha sobrepasado las murallas del respeto, pues ofrezco disculpas. Aunque jamás he insultado ni he agredido a nadie. Pero considero es mi deber moral informar (mas no obligar) sobre el voto que piensan emitir. Les pido, con profunda esperanza, que su voto no sea un voto de miedo. Que la decisión que marcará el destino del país no premie a un asesino, a un ladrón. Ustedes dirán que ella no es su padre. Y tienen razón, ella no es su padre, ella es su intérprete, su heredera, su abogada y su juez, su sucesora. Los que no vamos a votar por Keiko no lo hacemos por tales ideas tan simples y banales. Lo hacemos por lo que la señora representa, porque jamás se pronunció en su contra. Porque jamás tuvo la decencia de defender a su madre de las torturas del padre, porque las personas que la rodean son las mismas que rodearon al inefable, porque no podría imaginarme siendo gobernado por Rafael Rey y todo su Opus Dei. Ese señor que empezó con un liberal como Vargas Llosa y que después ha sabido cambiarse la camiseta cuantas veces la ironía ha podido permitírselo. Aquel señor que pretendió indultar a militares acusados de violar los derechos humanos y que hace unos años denunció el caso de las miles de esterilizaciones forzadas para ahora decir que tal atrocidad no fue contra la voluntad de miles de mujeres sino sin su voluntad.

Milagros Maraví, quien fue la abogada del gobierno recibiendo órdenes de Fujimori y Montesinos, y que ahora intenta reconstruir su pasado para asumir un nuevo presente y pontificar sobre los derechos humanos como tema principal a cuidar y respetar. En fin: Martha Chávez, Cuculiza, Salgado, Kenji y puñete. Si alguien soñaba con hacer del Perú una república gore, pues lo están logrando.

Hay otra cosa que me entristece profundamente. Y es que al parecer lo que manda en estas elecciones es el factor económico. Con esto no quiero decir que no sea importante, pero como dije anteriormente: un país es más que números. Ante todo está nuestra ética, nuestra dignidad. Además para que la economía funcione depende de instituciones que la hagan funcionar, y eso en el gobierno de Fujimori no sucedió porque no existían instituciones y con certeza puedo decir que tampoco lo habrá si elegimos su retorno. El grado de corrupción en que nos dejó es un tema tabú que parece ya nadie quiere hablar, pero en materia económica Fujimori fue un desastre al aplicar mal un plan de gobierno que ni era el que prometió (pues no tenía) para aplicar el de Vargas Llosa, pero de manera violenta con la venta de empresas cuyo dinero aún no se sabe a dónde fue a parar. En total hablamos de una cifra de 8.000 millones de dólares, fruto de la privatización, de la cual buena parte se “perdió”. Ni hablar de los derechos laborales y de la desaparición de los sindicatos.

Pero para ser sinceros, a nadie le importa la economía en sí, sino el bolsillo individual lo cual sería aun más egoísta. No es la preocupación por el estado, por el correcto papel de la redistribución, sino el impacto personal. Aquella percepción es la que parece guiar el dedo que se manchará mañana. Y si Hernando de Soto es su garantía de un gran grupo técnico habría que hacer las sumas y restas de los logros del aquel engreído señor que nació como Hernando Soto y sus cercanías a gobiernos autoritarios y dictatoriales. Aquel señor que nació gracias a un prólogo de Vargas Llosa y a una diagramación de Szyszlo, para luego abandonar el barco y estrechar la mano del candidato rival.

Ante todo lo expuesto queda claro que mi voto será contra Keiko y a favor de Humala. Jamás en mi vida pensé que iba votar por un militar. Quizás porque lo castrense, lo militar, lo rígido, el acatar órdenes sin protestar me recuerda a mi padre. Quizás ahí mis gritos de libertad. Porque ante un padre autoritario tienes dos caminos a seguir: O te vuelves una copia del padre o lo rechazas y junto a ello rechazas todo acto de intolerancia y autoritarismo. (Sin olvidar que la intolerancia también es un recurso democrático pues de lo que se trata es que no todos estén de acuerdo y puedan exponer sus puntos de vista). Yo asumí el segundo camino junto a ello empecé a eliminar todo aquello que de la sociedad había aprendido. Eliminé mi machismo, mi homofobia, mi anticlericalismo por una posición de respeto por el creyente, aunque siga siendo yo un orgulloso agnóstico.

Y por todo eso jamás pensé que iba a votar por Humala. Mas jamás me tragué el cuento de terror que nos vendió y sigue vendiendo la prensa. Sobre todo no me permití ser parte de ese coro de incongruencias que te dice que no votes por el candidato que puede hacer todo aquello que el otro gobierno ya hizo y que puede repetir. Yo no creo en los mesianismos y por eso no creo que Ollanta sea la solución a la enfermedad que sufrimos. Creo que como político está condenado a defraudarnos. Pero sé que un gobierno suyo será mucho más fácil de fiscalizar, que nuestro deber como peruanos será vigilar que ese voto cumpla con lo prometido. Prefiero mil veces salir a marchas contra Humala (si se equivoca, si se desvía) porque sería la primera vez que lo haga contra su gobierno y no hacerlo OTRA VEZ con el fujimorismo que ya nos jodió tantas veces.

Quiero creer en la vida, en el futuro, en la juventud de la que de alguna manera represento por mi edad. Quiero advertir que si seguimos satanizando cualquier intención democrática del pueblo que ha elegido a su representante (nos guste o no) se estarán abriendo las puertas de un verdadero caudillo que crea que sólo la vía armada es la solución. Ante todo eso digo nuevamente que voto por Humala, y sin tanto temor como esperaba. Quizás sean esperanzas de un nefelibata, quizás. Espero con esto, queridos amigos, que pueda en algo influenciar en la elección de mañana. No premiemos la muerte. Démosle una oportunidad a la vida.

Me quedo con estas palabras de Francisco Umbral en esa inmortal novela Las Ninfas:

“Digamos que la voluntad de la habitación era azul, que la habitación tenía una voluntad de azul, o una voluntad azul, más sencillamente, pero de vez en cuando quedaba traicionada por el sepia, le salían del fondo de los armarios y de los cajones, y de debajo de las mesas y de las alfombras, y por detrás de los espejos y de los cuadros y de las fotografías, unos rebordes sepia, unas cenefas, unos zócalos tristes. Como una mujer que se viste de azul y de pronto sonríe y le vemos un diente de metal. El azul era nuestra fe en la vida y el sepia era la verdad de la vida, el color triste y antiguo que se iría comiendo los azules, el fuego tibio y soso que va empalideciendo las cosas, pero todavía éramos lo suficientemente jóvenes como para no querer ver el sepia, como para dejar que nuestras almas –barbos líricos- nadasen en las aguas azules de la habitación azul.”

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