sábado, 3 de octubre de 2009

LA SONRISA DESDE LA MEMORIA


Una risa puede matar dividendos de soledad, fichar segundos musculares en la memoria de un pantalón viejo en el armario. Pero las hay también esas que nos condenan a su búsqueda inconclusa, porque cuando se da esa sonrisa, esa de entre un millón, la irrepetible en el rostro ausente, esa sonrisa puede ser la más cruel entre las más bellas. Yo he conservado varias, de diferentes tipos, aquellas con las que vivo y aquellas que me hacen reír solo en mi cama, mientras que con el frío intento leer un libro y fingir que no me importa pensar en aquella sonrisa del rostro irrepetible.
Varias tengo, sí, buenos recuerdos almacenados como el de mi abuelo sentado en su mueble negro en la sala, esperándome frente al televisor, meciéndose entre las hojas tristes del periódico, con los pies acariciando la alfombra. Su sonrisa me abriga y me secuestra por breves momentos, mientras se expande en mí el calor de un sentimiento reconocible al tacto de la lana caliente que cubre su cuerpo. La armonía que produce ese momento es lo que significa ese espacio muscular, esa línea que dibuja en los labios de una persona la satisfacción de un momento. La sonrisa de mi abuelo, la inquietud labial de Jenni, mi amiga, cuando lo alegre invade su cuerpo y el espacio alrededor no existe. La sonrisa gratamente canallesca que nos da el alcohol entre amigos, la gesticulación tierna de mi mascota al contacto con mi palma. La adicción al improbable momento en que serás asaltado por la sonrisa más bella, porque habrán cuales superarán a las otras, el tiempo nos ofrecerá ocasiones de colección. Pero lo triste de la situación, lo triste de la sonrisa más bella es cuando esos labios se cierran…cuando acaba el sentimiento que la originó y en vez de ella un rostro cordial es el que te saluda. A veces surge en mí la pregunta, ¿Será la postura de lo “correcto” al terminar lo que sea que una relación, sea lo que fuese, signifique, lo que nos impide volver a ese rostro mágico? O ¿Será que simplemente el emisor cambió de destinatario? A veces dudo que sea simplemente la aparición de otro personaje en la vida de una persona lo que evite, lo que enfríe las situaciones que generaría esa sonrisa que alguna vez alguien pudo compartir con otro alguien. Supongo que es la condición humana la que siempre nos pide una repetición de lo irrepetible, un último adiós de lo lógicamente terminado.
Si es así, la sonrisa es lo más barato y lo más invaluable que se puede ofrecer a aquel alguien que formó en el rostro irrepetible la sonrisa más bella y por ende la más cruel entre todas.
La colección es bella e intocable, también es lógico pensar que una cualidad de lo bello está en lo prístino de su ser, en su condición de único e irrepetible, en la necesidad de extrañarlo como se extraña la niñez perdida. Será por eso que yo recuerdo y evito esperar la aparición repentina de una de esas bondades gestuales. Será por eso que sonreír es una forma de retribuir a la memoria las sonrisas que me dieron.

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