miércoles, 3 de agosto de 2011

UNA SAMBA PA(RA) TI.


Extraño de ti eso que mantenemos en secreto hacia los demás. Extraño de ti tu modestia extraña y a veces frívola. Tus maneras y tus todos, tus partes íntimas y los zapatos viejos que mandamos a arreglar para que recuperen su coquetería. Abrazo las temperaturas frías de tu ausencia, de tu lejanía que se esconde en el ruido y la brisa de eso que llaman ciudad o jungla. Te respiro cuando abro esa cerveza fría y tosca que humedece mis labios y embriaga la noche.

Extraño esa mentira a medias que llamamos amistad, ese coqueteo discreto y febril que nos gobierna cuando nos olvidamos que aquello no está permitido it´s forbidden. Extraño tu francés y tu italiano, tus sugerencias, tus caprichos, tus vanidades, tu ego grande y curvilíneo. Tus delicadezas desaparecidas a la cuarta botella, tu mirada canallesca y enrojecida. Tus caderas, tu ombligo rodeado de ese vientre blanco que se desnuda cuando tus manos levantan esa tela insuficiente que te abriga apenas. Tu danza, tu sonrisa, tu manera de caminar, pequeña, menuda y zigzagueante. La misma que resultaba ser objeto de burla años atrás, pero que yo adoraba tan secretamente como tu cabello suelto, largo y castaño. O alborotado, ingobernable, beligerante, anárquico y sexy como la revolución del 68.

Extraño nuestros encuentros humildes, dionisiacos, las tardes aquellas en aquella casa grande que preludia al mar. Las risas que pretendían ocultar su género y motivo. Las confidencias que eran mías, el tamaño de la virilidad, el sentido del honor, la lágrima que compartimos, el seno rosa y túrgido que probé aquella noche que no debió suceder. Nuestras danzas, nuestras idas y venidas. La calidez de la seguridad, el enfriamiento de la angustia, la terquedad del placer. Tus ojos, tu boca, el mejor beso, la mejor lengua. Tu ternura y tu sensualidad en un beso, en un solo cuerpo pequeño e incontinente.

El barniz de tus uñas, tu flojera sobre un sofá, tu espalda bajo mis manos, tu secreto en mi oído, tu ceño fruncido cuando perdías al póker, tus medias pequeñas, tu forma de acercarte a mí. El calor exacto cuando nos decíamos: te amo. Sin que nada sea cierto y a la vez no hubiera verdad más demostrable que aquella.

Aquella verdad que existe cuando somos nosotros.

P.D: La culpa de todo esto lo tiene el disco Abraxas. Y sobre todo la canción Samba pa ti de Carlos Santana. Canción que me ha hecho acordar que soy sólo en estos momentos un yo sin ti.

SUIMAR

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Sin palabras...

SUIMAR dijo...

A quién debo el comentario?

Anónimo dijo...

A alguien que esta muy sorprendida de lo mucho que demuestras cuando escribes

SUIMAR dijo...

Pues muchas gracias querida anónima. :)

Anónimo dijo...

Ok :)