sábado, 14 de marzo de 2009

EL HOMBRE QUE SÍ SUPO SER DIOS: VALLEJO

El hombre más triste del Perú nació según la Wikipedia un 16 de Marzo de 1892 en Santiago de Chuco y según otras fuentes, lo hacen llorar por primera vez el 9 de Octubre de 1891 y otro el 6 de Junio de 1893. Fecha esta última en la que se celebraba su cumpleaños en París, según se esposa Georgette. Pero hay otra fuente interesante que lo sitúa un domingo de Ramos, es decir un 10 de Abril de 1892. En fin, ni Vallejo sabía con certeza cuándo nació o quizás prefirió no saberlo, o callárselo y fingir no existir. Lo que sí sabemos es que dejó de sudar ese dolor indomable, que dejó de pasear por parís su sombra más muerta que viva, que dejó de mojarse con ese aguacero parisino un 15 de Abril de 1935. Son cuarenta y tres años de vida de los cuales muchos de ellos fueron entregados a la poesía y al dolor humano por comprender su especie.

Y Vallejo no fue lo que muchos creen en la actualidad, o sea un poeta reconocido, querido y admirado. Nada más lejano a eso, Vallejo fue en su época una mentada de madre para la poesía peruana, un asqueado de insolencia, un verdugo de la pureza de la letra peruana, un “atrevido”. Fue la víctima del conservadurismo limeño de la época, de la pluma inflamada de un crítico y cuentista peruano llamado Clemente Palma quien tildó de “mamarracho” el poema El poeta a su Amada. En contraste con esto obtiene la admiración del intelectual más importante para su generación, Manuel Gonzáles Prada, por medio de Víctor Raúl Haya de la Torre, según datos del libro de Hildebrandt Cambio de Palabras.

Vallejo viajó a Francia- París huyendo de una acusación de asesinato cuando el verdadero asesino era la vida misma. París era la capital de la cultura y la inteligencia, el pañuelo blanco y café de la de la intelectualidad, los bares y el humo de la bohemia y sus fantasmas. París le supo dar un lápiz y un papel, pero también le dio hambre y un cuartito lúgubre en donde vivir, con la noche más oscura y más revolución francesa, que guillotina y terror de hombre tuvo que experimentar. Viajó a Rusia y a España en donde apartó el cáliz de la muerte, mas no su olor putrefacto, ese de miseria y llanto. Retornó de muchos lugares y probablemente murió en todos ellos. Escribía adelgazando cada vez más las palabras más humanas, con un lápiz diminuto pidiéndole piedad a la punta minúscula, aquella su única arma, la más inmortal. Vallejo murió, entendió al hombre y por eso sufrió. Vallejo sí supo ser Dios.

No hay comentarios: