lunes, 22 de febrero de 2010

DÍA DE LOS ENAMORADOS


El día domingo de esta semana que acaba de pasar decidí ir al cine, acompañado después de tiempo, a ver la película de nombre cursi Día de los enamorados. Película hecha especialmente para esa fecha donde las calles son intransitables y los restaurantes y parques parecen campos de concentración. Irónicamente decidí verla recién este domingo que pasó para evitar aquellas molestias de salir un día 14 de Febrero, y sin embargo las calles de la avenida Huaylas de Chorrillos se lucieron en su anarquía, en su desenfreno. La avenida Huaylas, corazón de Chorrillos, se caracteriza por su notoria fealdad policromática en sus edificios, su contaminación sonora y su angustiante vida delincuencial, pero ¡Señores! Aquello vivido el día de ayer fue un mérito a la barbarie.
Me pasé asustado cerca de 30 minutos sin poder salir hacia ningún lado, ni posibilidad de taxi ni ómnibus. Todo eso a las 7y30 de la noche. Estuve a punto de desertar de mis ganas de ir al cine, de sumergirme nuevamente, como tantas veces lo hago, en una sala inmensa y oscura a esperar que una pantalla grande y fría se cargue de calor, de colores y me narre una historia. Por fin, a las 8 y tantos (pesares) me enrumbé hacia el cine con mi mejor amiga, que decidió ser mi acompañante en ese placer cinéfilo que me gobierna. Compramos los boletos y esperamos, dando vueltas al interior de Lima Plaza Sur hasta las 8y30 de la noche, hora en que empezaba la película. La compañía de esta amiga que me acompañó siempre es para mí agradable, casi un relajante o una terapia sublime, pero creo que ayer hubo un encanto superior o uno de esos toques singulares e infrecuentes que hizo de la noche un dulce inacabable. Quizás sea porque de por sí yo estaba de buen humor, a lo cual me esfuerzo en no buscar explicaciones, tanto que ni la jungla cementosa de Huaylas pudo aplacar. Dieron las 8y25 y entramos a la sala -¿Tú viendo este tipo de películas?-. Me preguntó ella, con toda la razón del mundo. Porque yo suelo ver otro tipo de películas y no algo que se llame Día de los enamorados. No obstante sabía que el nombre era injusto a la trama y había que darle una oportunidad.


¿Cursi? Sí, es cursi. Pero gusta en su cursilería bien delimitada, sin caer en los excesos y consciente de que quiere ir dirigido a un público fácil sin querer por ello insultar al exigente. Porque también hay que ser congruentes, la película está hecha no para explorar el universo audiovisual de las historias, está dedicada a una fecha cursi, empalagosa y huachafa, pero que aun así acierta en querer darnos no la típica película de romance sino que por ello se esfuerza en presentar a un buen elenco de actores que brinda frescura y autenticidad a la obra. Las situaciones cómicas son predecibles en muchos casos, como los diálogos. Mas el marco general de la historia, el cruce de ellas, jalando un hilo suelto para ir destejiendo demás situaciones jocosas es admisible. Yo gocé con la película, me enternecí y me enternecí más con mi amiga, que reía y se acomodaba en su asiento, minúscula y divina. En aquella oscuridad confidente y cómplice del cine. Nunca un público espectador y bullicioso fue tan ameno como en esa ocasión. Día de los enamorados ofrece una buena oportunidad, para aquellos que detestamos el facilismo romántico de Hollywood y la idiosincrasia de la gente por esta fecha risible, de hacer las paces, de realizar un pacto alegre y pasarle simplemente bien. Bien solo o bien, como en mi caso, acompañado.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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