martes, 23 de febrero de 2010

ESPACIOS


Pasar vestido con las mismas ropas por aquella calle, encender el cigarrillo como un acto ritual, inconsciente, quemándose entre mis dedos, sentir su boca en la misma orilla de mi cigarrillo flaco y dormido. Quedarse dormido pensando, como anestesiado y despertar de pronto gordo y perdido. Ausente de mi propio cuerpo, ver envejecer mi piel con la rapidez de la noche. Sacar de mi bolsillo un encendedor gastado, barato. Manejarlo a mi antojo, presionarlo y sacarle chispas infinitas alrededor de un espacio muerto. Permanecer aislado mientras las palabras nacen, tristes y espontáneas, no tocarlas, dejarlas partir en paz con un aire viciado.
Esconderme del mundo, saludar a los libros que se besan entre libros, juntar la historia con la filosofía, la novela con el ensayo lírico, saludando a la ventana que permanece muda frente a mis cortinas humanas. Pasar por la misma calle y regresar a la misma habitación pensante, a las mismas paredes pálidas. Pensar que te he perdido por la necesidad de extrañarte, de tenerte lejos por el placer del sueño escrito, pensar que te dibujo cada noche, que te fumo cada noche, que te bebo cada noche, que te leo cada noche, pensar que la misma calle se transfigura a cada momento. Que el exterior es irreconocible, que te duermes tranquila con el mismo sueño infante, que permaneces intocable al verso mío. Vernos alejados a la distancia de tu risa y un miedo que lleva mi nombre. Porque sabemos que el camino que se sigue a mi lado es un cuchillo afilado que lleva sangre viva y que se esparce por los ojos, las manos y la boca. El camino recorrido con un cigarrillo, por la misma calle que nos vio nacer, por el mismo beso que humedeció la tarde, llevar la misma ropa al mismo escenario, pronunciar con certeza el guión fúnebre mientras me siento y dejo reposar mi cabeza con el maullido de los gatos en los arboles, con el ruido de los niños en la arena, con el crujir de las hojas secas esparcidas sobre el cemento del otoño.
Pasar vestido por aquella calle, calle marina, pulso de mar, repetirme incansablemente la imagen de mi yo futuro, la construcción del personaje que se levanta de la tormenta, que se levanta de esta cama inmensa que no se acaba, permanecer invisible mientras recuerdo tus líneas en la sábana, tu sudor en mi pecho. Cambiarme de ropa, cambiar de calle.

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