viernes, 16 de enero de 2009

DESPIDIÉNDOME DE BUSH


Bush se va, y esperemos que para siempre, que no vuelva y que sus pozos de petróleo se sequen o tomen su verdadero color: el rojo.

Este señor, flamante aspirador del Guinness al genocida más grande de los últimos tiempos se va, y ha dado un discurso incrédulo hasta para su más ciego seguidor (si es que tuviese alguno) o es que ha querido provocar a sus adversarios, a sus victimas, diciendo: “Hemos reforzado nuestras alianzas, hemos reforzado la seguridad de nuestro país, y volvimos a tener un mundo más libre". Bush es un insulto a la inteligencia, y es un insulto con sabor a siete plagas, que ha durado ocho años, desde que asumió su Apocalypse Now en el 2001, y provocó a la mente creadora del gordito Moore a denunciar lo que este Gárgamel estaba haciendo con el mundo.


No basta con provocar una guerra (el supuesto atentado contra el World Trade Center, que el señor Moore pone en duda y más aún con la circulación de un video en Internet en donde se muestra pequeñas explosiones en la parte inferior del edificio, probablemente instaladas en el interior por agentes del gobierno, durante el impacto de los aviones). No es suficiente con engañar descaradamente a la población diciendo que Afganistán no es el único país “peligroso” sino que además Irak posee armas de destrucción masiva y hay que detenerlos por el “bien de la humanidad”.

No es suficiente con trasladar sus tentáculos apestosos y sus orejas emuladoras de Dumbo a Medio Oriente, sino que además intenta por todos los medios mantener a Latinoamérica (que parecer despertar poco a poco de un largo letargo) en sus dominios, ahora que Latinoamérica empieza a joder a lo Diego Rivera en el Rockefeller Center (exceptuando oceánicas diferencias de método y línea, pero de que jode, jode).

Bush es la costra más grande que ha dejado Estados Unidos en estas ultimas décadas, creyente de un conservadurismo que asusta, soldado raso de un partido que agoniza y que mostró como su principal representante para estas últimas elecciones a un señor como John Sidney McCain, “héroe” de guerra en el conflicto con Vietnam, prisionero de guerra, o sea, el hijo soñado de los republicanos. Pero como el señor Bush es polifacético no solo incursionó en acciones bélicas, también lo hizo en la economía. Estados Unidos sufre la crisis económica más grande desde la recesión, crisis que ya heredó Obama, que representa las esperanzas de muchas personas, personas ingenuas, pero de buena voluntad.

Obama no es más que un peón del sistema de su país, con vestimenta demócrata que ha prometido retirar las tropas asesinas en Irak, pero que ha callado ante Israel, al igual que su antecesor. Yo no creo en él y con el tiempo casi y puedo apostar que nadie tampoco creerá en él (espero equivocarme totalmente, por el bien de todos). Bush se va, pensando que hizo lo correcto, amarrado a la paranoia de que hay que estar alertas ante cualquier “ataque terrorista”. Él es el más grande terrorista de la historia, o uno de los que ha puesto más empeño, él es el terrorista porque ejerció el terror como modo de gobierno, el rostro que atrae a los zapatos, la resaca del siglo XXI. No vuelvas más.

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